Capítulo IV

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William.

10:35 p.m.

"Quebec Soria", no puede ser, no puedo dejar de pensar en ella, estoy mal y no sé que hacer.

-¿Señor?-pregunta Katerina en la entrada de mi oficina.

-¿Si?

-El detective Cano está aquí.

-Claro, déjalo pasar, por favor.-respondo.

Ella asiente y deja pasar al detective. Me levanto de la silla y me dirijo al mini bar de la oficina.

-Buenas noches señor.-dice mientras se acerca a mi.

-¿Qué noticias tienes para mi?-pregunto directamente.

Se detiene en seco y me mira con preocupación, mierda, no son buenas noticias.

-Le ha mentido.-dice.

-¿A qué te refieres?

Lo miro y le ofrezco una copa de whisky, la toma y le da un sorbo antes de continuar.

-La señorita Soria, no es su apellido real.

¿Qué?, ¿Quién es entonces?

Me quedo en shock por un momento, trato de entender toda la situación; me dirijo al escritorio y le ofrezco asiento.

-Su nombre real es Quebec Salas, y a lo que investigué, trabaja para el señor Jared Maxwell en su empresa de investigación.-dice mientras se sienta frente a mi.

-Salas...-repito.-Espera... ¿es hija del señor Rubén Salas?

Él asiente. Demonios, es hija de mi mejor comprador de droga. ¿Ella lo sabe?

-Lamentablemente su madre falleció después de un accidente, todos dicen que fue culpa de Quebec la muerte de su propia madre, pero en realidad yo no lo creo.

-¿Porqué lo dices?-pregunto.

-Ha ido en repetidas ocasiones al cementerio.

-Una pena.-logro decir.

Me quedo mirando la ventana, Dios, estoy tan confundido. Trabaja para el señor Maxwell, padre de mi fallecida ex novia.

¿Por eso vino a mí?, ¿la fundación es real?, ¿trabaja ahí?, tengo demasiadas preguntas en este momento.

-¿Señor?, ¿se encuentra bien?-pregunta y me mira con delicadeza.

-Te puedes retirar, si tienes más noticias hazme saber.

-Por supuesto.-se levanta y sale de la oficina.

Maldita sea, está investigándome y yo pensando en cogerla. Necesito salir de aquí, necesito sacar el enojo que siento en estos momentos.

Salgo de la oficina, le doy las gracias a Katerina y  me dirijo a las catacumbas. Tal vez y en esta ocasión pueda encontrar a alguien para pasar la noche.

Después de un rato sentado en el sofá de cuero mientras observo a una pareja D/s, comienzo a aburrirme. Él comienza azotando el pequeño trasero de la chica, ella gime. Cambia su mano por un látigo y puedo escuchar a la pobre rogarle para que se detenga, por el contrario, él lanza un golpe aún más fuerte, y las lagrimas de la chica comienzan a salir de sus ojos, mierda, pide que pare cada vez más fuerte, pero aún no utiliza la palabra de seguridad. Tal vez y estoy perdiendo mi tiempo al estar aquí y quedarme sentado si no puedo sacarme a Quebec de la cabeza.

Debería irme, esto no me está funcionando, no hay nadie que me interese, solo la quiero a ella, quiero amarrarla y preguntarle la razón por la cuál me mintió, quiero azotar ese pequeño y lindo trasero hasta dejarlo rojo y hacerla mía.

-No debería estar aquí. Vamos Erick, es mala idea.

Escucho su voz, demonios, giro a mi derecha y ahí está, con un pequeño vestido rojo que le encaja perfectamente a su figura, en su pierna puedo ver un liguero dorado con piedras brillantes y desde su pecho sale un arnés con destellos. 

Mi pene punza al verla así.

-Vamos, será divertido.-responde un hombre con traje, tiene barba y la toma de la mano.

Divertido sería verla amarrada a mi cama, rogando por más.

-Esto no es lo mío, es algo raro.-dice con voz nerviosa.

-Tú querías saber en lo que estaba metido y yo te he traído para que veas y descubras en lo que él sería capaz de hacerte.

-Claro, algo que el señor Crane no haría.-dice, tratando de sonar segura.

El detective Cano tenía razón, me está espiando o investigando, debería hacer esto un poco divertido. Lentamente me coloco detrás de ella.

-Señorita Soria, no sabía que era parte del BDSM.-susurro en su oído, se pone tensa y voltea a verme.

Se ve tan bien así, sus labios pintados de rojo. Quiero besarla ahora mismo.

-Oh, señor Crane... este... yo... vine a acompañar a mi amigo.-dice nerviosa.

-Bueno, los dejo solos, iré a ver si hay alguien para mí.-responde su amigo y se marcha.

Gracias a Dios, me acerco un poco más a ella y puedo oler su fragancia, dulce.

-Entonces, ¿ve algo que le guste?

-Esto es mala idea, debería irme.

Se aparta de mi, la tomo del brazo y la jalo, acercándola más a mi, su frente roza con mis labios.

-Escuché que estabas hablando de mi con tu amigo.

No me mira a la cara y logro ver un poco de rubor en sus mejillas.

-Escuchó mal.

-¿Ah si?, ¿quieres ver en lo que estoy metido?

Levanta la mirada, viéndome directamente a los ojos.

-Esa no es manera de hablarme.-dice, su mirada demuestra enojo.

-Oh no, lo sé, pero si supieras en lo que estoy pensando...

-Ahorrese sus pensamientos sucios, no me interesa.-me interrumpe.

-Si no le interesa, ¿porqué me está mirando cómo si quisiera cogerme ahora mismo?

Abre sus ojos sorprendida y aparta la mirada rápidamente. Comienza a morderse el labio.

-Debería irme.

-¿Acaso te asusto?-pregunto.

-No, solo es la razón que seremos socios y no pienso en tener la relación jefe-empleada.

-Sé que me deseas tanto cómo yo a ti.

-Está equivocado.

Me mira y se suelta de mi agarre, dando un paso hacia atrás.

-No debería mentirme, señorita Soria.

Se queda callada.

-O debería decir... señorita Salas.


Oh, Por Dios! (I)Where stories live. Discover now