Capítulo XXX

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Este capítulo incluye representaciones de comportamiento violento y abusivo que podría incomodar al lector. Se recomienda discreción.

William.

Me levanto y ahí está él, con un arma entre las manos apuntándome, sé que en cualquier momento estaría muerto, y lo peor, es que no sabría lo que le pasaría a Quebec.  

Levanto las manos hasta mi cabeza, haciéndole ver que en este momento estoy indefenso, lo miro a los ojos y veo el odio que tiene, las ganas de matarme son realmente visibles.  

-Estoy aquí, déjala ir, tu problema es conmigo, no con ella.-trato de sonar lo más relajado posible.

-Ven, vamos a hablar.-sonríe, señala una mesa y nos dirigimos a ella, tomamos asiento y siento las manos de un hombre atando mis muñecas, trato de moverme pero ya es inútil.

-Te presento a Anthony, el ex de tu amada novia.  

Me giro un poco y veo al hombre que me había contado, veo su rostro y me dan ganas de golpearlo hasta la muerte.  Le hace señas para que nos deje a solas y se va con Quebec, le acaricia la mejilla.  

-No la toques.-digo, él solo sonríe y se sienta en el sillón que está en la sala.  

-No sabía que conocías a su padre, que era tu mayor comprador de droga.  

Me pongo tenso, mierda, se lo ha dicho.

-¿Qué le dijo?, ¿por qué me llamó diciéndome que le había mentido?  

Juega con la pistola por un momento antes de responder.  

-Te contaré cómo fueron las cosas.-asiento y continúa.-Desde el momento que le daba misiones más personales y se encargaba de sacar la basura de mi camino decidí darle la grandiosa misión de asesinarte, es tan lista y hermosa que pensé que no te resistirías ante su belleza, honestamente creí que el mismo día que le  pedí que te matara ese mismo día aparecerías muerto, pero mira, al parecer tienes ese encanto cómo lo tuviste con mi hija.  

Se levanta y se dirige a un pequeño estante, saca una botella de vino y dos copas, cuando regresa sirve el vino y me ofrece una copa, por obviedad no la puedo tomar, mis manos están atadas y le hace gracia verme así.  Vuelve a tomar asiento y prosigue.  

-Comenzaba a llegar a mi oficina preguntando la razón por la cuál debía de matarte, le conté lo que le hiciste a Esther, pero no lo creía...  

-¿Cómo lo iba a creer si nunca le hice daño?, siempre estuve para ella y para mi hijo.-lo interrumpo, voltea a verme y toma un trago.

-Es tan inteligente que se puso a investigar la verdad sobre la muerte de Esther, y bueno... encontró cosas que no debía, así que decidí investigarla, y ¿quieres saber lo que encontré?  

No, no quiero, pero de todos modos la curiosidad me mata, asiento con la cabeza y continúa.  

-Su padre es Rubén Salas, y, adivina, era tu mayor comprador de droga, ¿lo peor?, es que tú lo sabías no le dijiste nada, ¿sabes lo que tuvo que haber sentido sentido ?, que el amor de su vida sepa el paradero de  su padre y que él no le diga nada.-lo miro, maldita sea, ¿cómo sabe todo?-Así que, hace dos semanas decidí hacer justicia por mi propia mano, la seguí hasta el cementerio, vi que Rubén apareció y le contó todo, cuando salió pensé en seguirla pero ya no era necesario, así que le disparé en el hombro.  

Cuando menciona lo último trato de levantarme, ¿cómo se atrevió en hacer eso ?, estoy molesto y justo ahora quiero cuidarla yo mismo y salir de ahí.  

-Relájate, aún viene lo mejor. La traje al mismo lugar donde murió mi hija, despertó después de unas horas pero la dejé anestesiada luego de que el doctor viniera a sacarle la bala y darle su cuidado necesario.-hace una pequeña pausa, toma un sorbo de vino y continua.-Esperé a que estuviera más consiente y le conté todo lo que hiciste, me pidió en llamarte, así que, lo hice, la manera en la que de dijo que le habías mentido fue realmente placentera, sintió odio hacia ti.  Y mira, dos semanas después te apareces a buscarla.  

No, no, no, todo está mal, ¿por qué no la busqué cuando me llamó ?, toda esta semana estuvo aquí, con frío y sufriendo.  Ahora me siento realmente mal.  

-No te preocupes, tomé muy buen cuidado de ella, hasta le llamé a su primer amor, que mira, estaba encantado de verla, tanto así que los dos optaron por hacer el amor.  

No sé de donde saco la fuerza para poder desatarme, pero cuando lo logro, tomo la pistola que está en la mesa, me giro y le disparo al infeliz de Aaron, si ese es su nombre, dos disparos más y mi trabajo está completo, me dirijo hacia el señor Maxwell  y le apunto, pero no, si lo hago, las sospechas que Quebec tenía sobre mi serían ciertas, que yo maté a Esther y, próximamente, a su padre no me dejaría limpio. Me marcaría como el monstruo que asesinó a su ex novio a su jefe, dos muertos en mis manos, y, sin duda, sospechas de haber asesinado a la madre de mi hijo.

-Vaya, al parecer te importa.-dice.-No te puedes imaginar a la pequeña Quebec con otro hombre que no seas tú.  

Levanta las manos y en un movimiento rápido saca otra arma de la parte de abajo de la mesa, suelta un disparo hacia la puerta principal pero no me dispara.  

-Ojalá, así hubieras cuidado a mi pequeña.-otro disparo, al darme cuenta que no está tratando de dispararme, al contrario, está disparado a puntos ciegos que estén cerca de mi.  Sus ojos están rojos y veo las lágrimas salir.  

-La cuidé como no tiene una idea, la amé cómo a nadie, pero es hora de dejarla ir.-trato de acercarme a él, sus manos tiemblan y vuelve a disparar, en esta ocasión, hacia el techo.  

-Yo...-susurra y sin darme cuenta, me dispara en la pierna izquierda, justamente arriba de la rodilla, caigo y lo único que puedo pensar es en Quebec, tengo que salir con ella de aquí y llevarla a un lugar lejos.  Se acerca a mi y se ríe.-Te diré un secreto.-se arrodilla a mi lado y me susurra en el oído.-Yo mandé a matar a mi hija.  

¿Qué?, no puede ser, estoy impactado, ¿cómo pudo ser capaz de haberla matado y haberme culpado desde su muerte?  Se separa y veo que se dirige a Quebec, no, a ella no, con dificultad levanto la pistola que está a mi lado y le disparo en el brazo derecho, uno más en la pierna y el último en el abdomen, trato de levantarme lo  más rápido posible, y con todas mis fuerzas voy hacia ella, la desato, le quito la venda y la cinta que cubría su boca.  Me siento aliviado al verla, quiero besarla en este momento, pero no puedo, me pongo de pie y le pongo mi abrigo para mantenerla caliente, la tomo entre mis brazos y salgo lo más rápido que puedo del edificio. 

Llegando a mi auto, la meto en el lugar del copiloto, entro en el y arranco, conduzco sin saber a dónde ir, la tengo a mi lado, que es lo que más me importa en este momento.

Oh, Por Dios! (I)Where stories live. Discover now