Capítulo XXXIV

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William.

-Seré tu esclava.-dice de manera firme y mirándome a los ojos, la deseo, pero en este momento no quiero meterla en mi todo mundo, en especial ahora por lo que ha pasado, no quiero que se sienta intimidada u obligada a serlo.  

-No tienes que ser mi esclava.-acaricio su cabello, quiero tomar esto con calma y no presionarla.  

-Pero lo quiero.

-La relación Dominante y sumisa suele ser difícil si no tienes la confianza necesaria a tu pareja. 

-Yo confío en ti.-murmura.

-Pero en el fondo no lo haces, tienes dudas y ahora quieres hacerme un millón de preguntas.-baja la mirada y juguetea con sus manos.-Y para que seas mi esclava debes de firmar un contrato.  

-¿Un qué?-me mira sorprendida, no estoy seguro de comenzar a contarle todo lo que conlleva el BDSM, pero necesita saberlo y así tomará su decisión.  

-Necesitamos poner las cartas sobre la mesa, el contrato te dirá lo que soy capaz de hacer contigo y con tu cuerpo, de igual manera necesitas llenar un formulario.  

-¿Para qué?  

-Me indicarás lo que te gusta y lo que estás dispuesta a aceptar.  

-Oh... 

Tenerla en mi regazo y preguntando por lo que me gusta, ver que está dispuesta en dar, es realmente bueno, pero no quiero asustarla.  

-Está bien, no te quiero presionar.-digo.-Así que piénsalo, pero creo que estamos bien.

-Claro, sin compromisos.  

Cuando dice que estamos sin compromisos me hace sentir mal, es como si no le diera la mayor importancia el estar con ella, cuando en realidad, jamás sentí lo siento cuando estoy con ella, quiero que haga saber que estaré para ella en todo.  

-¿Crees que esto es sin compromisos?-pregunto.

-Sí... ¿no es así?-susurra, quiero corregirla, quiero hacer saber que la necesito, que de verdad quiero estar con ella en todo.

Le indico que se levante y lo hace, se queda parada frente a mi, mirándome fijamente, esperando a que le de una orden.  

-Desnúdate.  

Asiente, comienza a quitarse la ropa, el reflejo del agua se marca en su piel desnuda, cuando termina, se pone de rodillas y se acomoda en la posición que antes le había indicado.  Rodillas en el piso, ligeramente separadas, dejándome ver su vagina que está completamente mojada, manos en su espalda y pecho levantado, su respiración es jadeante y verla tan lista para mí hace que mi pene comience a ponerse duro.

Me levanto del sillón y me dirijo al clóset, saco un antifaz de terciopelo color vino y regreso a ella.  

-¿Estás segura que confías en mi?-me coloco detrás de ella y se queda en silencio.-Te hice una pregunta.  

-Sí, señor.-responde con un gemido, me inclino a ella y acerco mis labios a los suyos, le doy un beso, y ella lo acepta, muerdo su labio inferior y gime, al separarme de ella se queja un poco.

-¿Recuerdas tu palabra de seguridad?

-Rose.

Coloco el antifaz en sus ojos, lo ajusto conforme a que no le lastime y me separo de ella, me pongo de frente y verla así, lista, vulnerable y solo para mí me hace desearla más.  Voy de nuevo hacia el clóset que está oculto en el librero, lo abro y veo que tipo de "instrumento" puedo utilizar con ella, tomo un látigo, un plug que está sujeto a unas esposas y cuerdas.  Regreso a ella y le susurro.  

-¿Estás lista?  

Asiente, decido comenzar con la cuerda y lentamente empiezo a atarla, paso la cuerda por su cuello, unos pequeños nudos bajando hasta sus pechos, separo hago la cuerda y la paso por cada uno, apretándolos, suelta un leve gemido, continuo pasándola por todo el cuerpo, bajo hasta su vientre, paso por entre sus piernas, la cuerda rosa levemente con su vagina y su respiración se convierte agitada y cuando termino de atar su torso junto sus muñecas a la altura de sus pechos. 

Amarro muy bien para evitar que se suelte, y antes de terminar la tomo entre mis brazos y la coloco en el centro de la cama, con lo poco de cuerda que queda libre el paso por sus piernas, las acomodo a nivel que sus rodillas tocan  sus pechos y lentamente voy dejando pequeños nudos a lo largo de sus piernas, al finalizar hago el nudo final, me separo de ella y veo la obra de arte que he hecho con su cuerpo.  

Sin duda, el bondage es un arte que me permite ver la belleza de su cuerpo atado, estando lista y vulnerable ante mi.

Tomo un pequeño vibrador del estante, lo enciendo y comienzo a pasarlo por su cuerpo, comienza a temblar.

-Deberás de confiar en mí.  

Paso el vibrador por sus pezones, girándolo por la aureola, en este momento siento celos por el vibrador y decido suplantarlo por mi boca, beso, succiono y comienzo a lamer.  

-Aaaaah... Will...-gime, muerdo su pezón y jalo, suelta un grito ahogado, su respiración es agitada y arquea su espalda, me separo de ella y con el vibrador lo bajo hasta su vulva, posicionándolo en su clítoris, comienzo  a masajearlo y se retuerce.  

Decido en quitarle el antifaz de los ojos y veo que tiene lágrimas saliendo, mierda, ¿es demasiado?  Me detengo y limpio sus mejillas.

-¿Estás bien?-asiente, dándome el permiso necesario para poder seguir.

Continuo con mi trabajo, decido dejar el vibrador a un lado y bajo hasta su entrepierna, beso sus muslos y les doy una mordida, gime, trata de moverse para que pueda centrarme al lugar donde más me desea, voy dejando un camino de besos y mordidas hasta llegar a su entrada, posiciono mi lengua en su vagina y comienzo a lamer cómo si fuera un helado, está empapada y bebo sus fluidos cómo si fuera lo único que quisiera hacer.  Succiono su clítoris, dando pequeños golpes con mi lengua, con mi mano izquierda comienzo a penetrarla y con la derecha bajo hasta su ano, brinca cuando siente que estoy jugando con el.  

-No... por ahí... no... 

-Relájate, voy a continuar, si tienes parar solo di tu palabra de seguridad.  

No dice nada más y vuelvo a enfocarme en sus hoyos, con sus fluidos es suficiente para lubricar su ano, con cuidado trato de introducir mi dedo, lentamente y cuidando que no se sienta incómoda, está tan excitada que sus jugos comienzan a caer en la colcha, sigo succionando e introduzco un dedo, se queja un poco pero cuando empiezo a embestirla sus quejidos pasan a ser gemidos y jadeos, mierda, necesito estar dentro de  ella.  

Me separo y busco un condón, me lo pongo y cuando estoy a punto de enterrar mi pene en su hermosa vagina escucho mi celular sonar, maldita sea, no quiero contestar pero sé que es el señor Salas y sé que quiere noticias de su hija,  suelto un quejido y le doy un beso en el frente antes de desaparecer por el pasillo.  Tomo el teléfono y contesto.  

-¿Me puedes decir en dónde putas están?-está molesto.

-Le dije que en mi cabaña de vacaciones.-respondo tratando de sonar tranquilo.

-Parece ser que el hijo de perra te está buscando y si te encuentra estarás muerto.  

-Lo sé, solo quiero estar con Quebec en este momento.-replico.

-Pásame tu ubicación, iré por ella.

De repente cuelga la llamada, no puede ser, justo cuando creía estar bien con ella a solas su padre quiere separarla de mi.  No, no puedo permitirlo.

Oh, Por Dios! (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora