Capítulo XXXIX

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Quebec.

Si supiera que en realidad él corre mayor peligro que yo no estaría enviándome con un completo desconocido que dice ser mi padre. No puedo irme, no puedo dejarlo a su suerte e irme lejos.

-Ve conmigo.-susurro.

Escucho su respiración jadeante haciendo eco en el baño, mi corazón está latiendo tan fuerte que podría salirse de mi pecho, pasa sus manos por cada lado de mis brazos deteniéndose en mis hombros.

-Te cambiaré la venda para que estés limpia y cómoda.-dice mientras se aparta de mi, dando ligeros pasos hacia atrás.-Siéntate en el borde de la tina.-ordena.

En este momento no sé si obedecer o simplemente salir corriendo de ahí, sé que estos serán los últimos momentos que estaré con él y quiero mantenerme lo más cerca a él si es posible.

Suelto el aire que estaba conteniendo y hago lo que me ha indicado, al acercarme al borde de la tina me despojo de la ropa que tengo puesta, quedando desnuda. El sentimiento que tengo es completamente desconocido, me siento... ¿Avergonzada? No debería, me ha visto así y ha besado cada rincón de mi piel, no sé porque ahora lo siento tan íntimo.

Siento sus manos en mi cintura y sus labios en la coronilla de mi cabeza, ¿Cómo puede este hombre hacerme sentir tan amada cuando estoy a punto de romperme?

-¿Quieres tomar un baño?-pregunta.

No puedo responder, las palabras se atoran en mi garganta y solo puedo asentir, veo que comienza a preparar todo, toallas, jabón, ropa limpia y lo necesario para poder curarme, de repente lo veo desnudarse, toma mi mano y me ayuda a entrar con él. Se sienta y me coloca entre sus piernas, coloca un poco de shampoo en la palma de su mano y comienza a masajear mi cuero cabelludo.

-Eres el primer hombre que ha tomado cuidado de mi.-confieso.

-Eres la primera mujer que ha logrado sacar lo mejor de mi.-puede que sea mentira, pero en este momento quiero creer que es verdad.-Cierra los ojos.

Hago lo que se me ordena y siento el agua caer por mi rostro, comienza a retirar el shampoo, cuando termina pasa una toalla por mis ojos, al abrirlos ahí está, mirándome con adoración. Levanto la cabeza, colocando mis labios contra los suyos, el beso es suave y cálido, las lagrimas comienzan a salir nuevamente, odio el hecho que logra sacar mi lado débil, pero también logra sacar mi lado sexy y fuerte.

Se separa de mi y continua lavándome, al terminar, envuelve una toalla en mi cuerpo y con cuidado limpia y cambia la venda que cubre mi herida, haciendo lo mismo con la de él. Yo debería estar tomando cuidado de él, yo debería hacerle sentir a salvo, yo debería pelear por él y no solo quedarme congelada ante cada situación que nos pone en peligro.

-La maleta está lista, no tardará en venir.-lo escucho decir desde la habitación.

Parpadeo un par de veces saliendo de trance, no sé cuanto tiempo estuve así y me doy cuenta que estoy lista para irme, me ha colocado ropa cómoda y ha cepillado mi cabello, salgo del baño y lo veo en la entrada de la habitación con una pequeña maleta parada junto a él. ¿Este es el adiós?, no quiero despedirme, no quiero alejarme, simplemente, no puedo.

Si hubiera sabido que me enamoraría de este hombre, lo habría asesinado desde el primer momento que nos vimos, así me hubiera evitado la montaña rusa de emociones que en este momento estoy pasando, pero... ¿Qué hubiera pasado si lo hubiera asesinado? no me habría sentido viva al estar junto a alguien, no habría cuestionado tantas cosas sobre las razones que el señor Maxwell me pedía matar a alguien, no hubiera disfrutado el sexo como lo hago con él y lo peor, jamás hubiera descubierto lo que se siente el amor... 

¿Amor?, mierda, ¿el amor debe de doler?, ¿el amor debe de sentirse así de bien cuando estoy con él?, la primera vez que me enamoré fue de Anthony, creía que era amor verdadero y que en algún momento me casaría con él, hasta que... arrancó de la manera más asquerosa el amor que le tenía, desde entonces, todo cambió, mis deseos de casarme y tener una familia se desvanecieron. 

Pero William es completamente diferente, sabía que me traería problemas desde aquella noche en aquel club, pero aún así decidí continuar e ir detrás de él, cada decisión que he hecho me ha cambiado como persona, me demostró honestidad desde que descubrió que me habían enviado a matarlo, no pidió por perdón y no rogó por su vida, si no, solo me pidió que lo escuchara, dejándome entrar a su mente y corazón. Solo fue honesto conmigo.

Paso por su lado sin mirarlo, si lo hago, probablemente caiga llorando y no podría dirigirme a la puerta para irme lejos. Tomo asiento en el sillón, en la espera de mi padre. Al cabo de unos minutos escucho el sonido de su celular sonar, responde y se devuelve a la habitación cerrando la puerta.

Por más que quiero contenerme no puedo, estoy demasiado débil y los recuerdos de mi tiempo con él se reproducen en mi cabeza, soy una mujer fuerte e independiente que no necesita de nadie para salir adelante, que sabe el poder que tiene, que todo lo que quiera lo consigue sin la necesidad de tener a un hombre y sin la necesidad de estar debajo de uno, ya que sé el valor que tengo. Solo que las cosas han cambiado, con Will es estar con él, no solo como su sumisa en la habitación y seguir sus ordenes, es ser un equipo, es el pequeño complemento que me faltaba.

Solo me quedo mirando el reloj de la sala, observando las manecillas pasar, han pasado treinta y dos minutos desde que estoy aquí, hasta que escucho el sonido del timbre, Will sale de la habitación, se fija en el monitor que se encuentra al lado de la puerta, presiona unos botones y la puerta se abre, revelando al señor que me encontré en el cementerio.

-Mi niña, es hora de irnos.

Oh, Por Dios! (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora