Capítulo VIII

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William.

Estoy perdiendo la razón, no sé que creer o que pensar, lo único que sé es que quiero tenerla y la deseo... mierda, no es un deseo común, al contrario ni con Esther ni con Anie lo había sentido.

Debo dejar de disculparme, claramente la lastimé y mandarle un mensaje no le daría los ánimos para seguir adelante o tal vez olvidar lo que le hice. Necesito verla y estar con ella, no es de un buen Dominante dejar a su sumisa así... pero... ¿en qué estoy pensando? no es mi esclava o mi sumisa.

Sé que no es lo correcto y sé que es mentira sobre el asesinato de su madre, no creo que ella haya sido capaz de hacer algo tan cruel y menos a la persona que le dio la vida. Cuando le pregunté, se veía tan asustada y vulnerable para que haya parado las cosas a un punto tan alto de excitación, me hace creer que de verdad le afecta hablar de ello.

Y si pienso, en el estacionamiento, se veía alterada, asustada, pequeña, que lo único que quería hacerle era abrazarla, sostenerla y manetenerla cerca de mi. Mierda, no quiero asustarla, no quiero, no puedo perder a alguien más por mi estilo de vida y por mis acciones.

Después de las catacumbas, decido irme directamente a mi departamento. Al llegar, me dirijo a la cocina, tomo mi laptop y en Google tecleo "Rubén Salas", automaticamente aparecen noticias, artículos y notas hablando sobre la desaparición de mi mejor comprador de droga. En otros artículos se menciona que estuvo casado pero que se divorció después de un año, al parecer, la razón era que su esposa estaba embaraza. La señora Salas. ¿nunca mencionaron su nombre?, necesito saber sobre ella, ¿cómo murió?, ¿realmente es culpa de Quebec?

Mi cabeza da vueltas y no hay respuesta. Mierda.

Mañana por la mañana tengo que verla para poder ayudarla con su fundación y así poder aclarar lo sucedido, no creo que sea tan malo, solo hablaremos y firmaremos los documentos necesarios, ¿cierto?

Después de un rato buscando más información y en la cúal me dejaba cada vez más confundido, me voy a mi habitación, me quito el traje y me acuesto en la cama.

A la mañana siguiente, me levanto lo más temprano posible, tomo un baño y me pongo un traje negro acompañado con una corbata roja, al ponermela me recuerda a ella y en su hermoso vestido del mismo color, vamos William, se hace tarde y no quiero hacerla esperar. 

Llegando a la oficina está Katerina en su escritorio con un café listo para mi.

-Buenos días señor.-dice sonriente, al parecer alguien durmió mejor que yo.

-Buenos días, necesito que me hagas un documento para la fundación de la señorita Salas.-respondo mientras tomo un sorbo de café.

-¿Salas?, ¿qué fundación es de ella?

Maldita sea, Salas, para mi empresa es y será Soria.

-Para la señorita Soria.-corrijo.

-Oh, por supuesto. Le enviaré un correo cuando los papeles estén listos y así enviar...

-No.-la interrumpo.-Necesito que venga, tengo que hablar sobre algunos terminos con ella son... importantes.

Katerina asiente y comienza a hojear unos papeles, regresando al trabajo. Entro a mi oficina y comienzo con mi trabajo, mientras busco nuevos clientes, mi celular suena con un mensaje.

¿Será ella?, tomo el teléfono y por desgracia es mi distribudor, avisando que la droga ha sido entregada de manera exitosa y que en unos minutos se reflejaría el pago correspondiente.

Después de un rato tocan la puerta.

-Adelante.-respondo.

-Señor... la señorita Soria no se encuentra muy bien en este momento para poder venir.-dice Katerina asomando su cabeza desde la puerta, su mirada refleja preocupación.

¿Qué?, ¿no está bien? Mierda. Es mi culpa. Mi corazón se acelera y mi respiración se vuelve agitada.

-¿Está bien?-pregunta mientras se acerca a mi.

-Sí, por favor, dame su dirección.

Katerina asiente y sin decir más se retira. Tomo mi celular y comienzo a llamarla. Nada, no hay respuesta.

Unos minutos después Katerina me entrega un papel con la dirección de su departamento, sin decir nada salgo de la empresa, me subo al auto y conduzco lo más rápito posible hasta su departamento. Al llegar, toco el timbre y espero por unos segundos. Nada.

En este momento mi preocupación es más intensa. Vuelvo a tocar. Nada.

Un momento después se abre la puerta. Es ella. Se ve tan bien así, despeinada, sin maquillaje y en pijama.

-Tu...-susurra.

Se sorprende al verme, sin más me acerco a ella, acaricio su mejilla y dándole el tiempo para alejarse o evitar lo que tengo planeado hacerle, se queda ahí parada, lentamente me acerco más y más, roso mi nariz con su mejilla, automáticamente separa ligeramente los labios y la beso.

Dios, la necesito, necesitaba verla, tocarla, besarla y sobre todo, saber que está bien. 

Ella me devuelve el beso y trato de mantenerla lo más cerca a mi cuerpo. Al cabo de unos segundos me separo de ella y le susurro.

-Estaba preocupado por ti.

Coloco mi frente con la de ella y siento su respiración agitada.

-Por favor... vete... déjame en paz...-susurra.


Oh, Por Dios! (I)Where stories live. Discover now