Capítulo XXXVIII

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William.

Estamos en la cocina, la mantengo inclinada en la isla, con una mano enredada en su cabello y con su lindo trasero en el aire, su respiración es jadeante, instintivamente se mueve un poco hacia atrás golpeando levemente la punta de mi pene con la ranura  de su trasero, tratando de encontrar más fricción, me está volviendo loco.

-Responde.-digo mientras jalo más su cabello, logrando que su espalda se arquee más, soltando ligeros gemidos.  

-Sí... señor...-dice por fin y me separo de ella, mierda, necesito un condón para poder hacer lo que deseo, se queja un poco y voltea a verme mientras me dirijo al baño.-¿A dónde vas? 

-Necesito un condón.  

Le respondo entrando al baño, en el pequeño estante saco dos condones, abro uno y me lo coloco, tiro la envoltura y regreso a dónde está ella, sigue inclinada y tiene la cabeza entre ambos brazos, sin previo aviso coloco la punta de mi pene  en su vagina y comienzo a entrar en ella, gime de sorpresa y hace sus caderas hacia atrás, dejándome entrar completamente, su vagina está apretada y entro completamente en ella.  

Con una mano coloco su pierna izquierda arriba de la isla, dándome un mejor ángulo, mientras que con la otra trato de quitarle la camiseta, dejándola completamente desnuda ante mi, cuando está bien posicionada coloco una mano en su cabello, jalándola al nivel de mi  hombro, pone su cabeza ahí, dejar expuestos sus pechos, con mi mano libre los pellizco y jalo, mis embestidas son más fuertes y rápidas, golpeando correctamente cada punto.  

Salgo de ella y suelta un pequeño quejido, la giro para poder ver su rostro ruborizado, tiene el entrecejo levemente arrugado y sus labios ligeramente separados, coloco una mano al rededor de su cuello y doy un pequeño apretón, gime instintivamente y vuelvo a apretar,  con mi mano libre comienzo a molestar su clítoris, dando pequeños círculos y pellizcando, después de unos segundos me separo de ella y me dirijo al congelador. Saco dos hielos de molde y regreso a ella, la levanto del suelo y la siento en el borde, separa sus piernas, colocándome entre ellas.

Tomo un hielo y lo paso por su cuello, gime y arquea su espalda, bajo lentamente hasta su clavícula y en el pequeño agujero que se forma en la división de los huesos se forma un charco de agua, me inclino, bebo el agua y continuo con el recorrido hasta llegar a sus pechos.  

-Aaaaah... señor...-gime cuando coloco el hielo en su pecho, bajando hasta el pezón, estando en el lugar deseado hacer pequeños círculos al rededor de la aureola y colocándolo en la punta, sus jadeos son cada vez más fuertes.

Con mi otra mano, tomo el otro hielo y lo coloco en su ombligo, dirigiéndome hasta el lugar que tanto necesita, llego hasta su monte y lo coloco en su clítoris, grita con más fuerza y ​​mueve sus caderas, quito ambos hielos de su cuerpo.  

-N... no... por favor... 

-Es demasiado por hoy, no has desayunado y no quiero que te desmayes.

Me mira a los ojos y baja su mano derecha por su vientre, llegando hasta su vagina, acaricia su clítoris, sus jugos mojan sus dedos haciendo escurrir por toda su entrada, y justo cuando está por introducir dos dentro de ella, agarro su muñeca y  la llevo hasta sus labios, saca la lengua y lame hasta dejarlos limpios.  

-Jamás te di permiso para que te tocaras, ¿o sí?-niega con la cabeza y trata de volver a poner sus manos en su cuerpo.-Eres muy malcriada, por eso no obtienes los orgasmos que tanto quieres.  Ahora ponte la ropa y saldremos a desayunar.  

-No he sido malcriada, ya no soy una niña.-responde ofendida, colocando sus manos en sus caderas y mirándome fijamente.  

-Claro que sí, por eso no obtienes lo que quieres.  

Se baja de la isla, toma la camiseta y se la pone, hace a un lado los pantalones y boxers, dejándolos a un lado de la cocina, se acerca a mi, toma los platos y sale hacia el jardín, dejándome ver su lindo trasero  desnudo, mierda, en realidad si es muy malcriada y muy provocadora.  

Salgo detrás de ella, acomodamos los alimentos en la mesa y comenzamos a desayunar.  El tiempo pasa lentamente, haciéndome disfrutar de estar con ella, nuestra conversación se transforma en preguntas tontas cómo "¿ducha o baño ?, ¿pizza o hamburguesas?", Pero en cada pregunta sé que nos estamos conociendo y me hace pensar en que tal  vez, pueda tener una vida con ella, hace chistes malos pero escucharla reír a tal grado que golpea la mesa es diferente.  

Después de un rato, mi teléfono suena, me levanto y voy hacia donde está, miro el número y es desconocido, decido contestar.  

-¿Diga?  

-Ya sé en dónde estás...-se escucha una respiración agitada y sé de quién se trata.  

-¿A sí?

-Será mejor que le digas que la amas antes de que sea demasiado tarde.-al cabo de sus palabras, cuelga.

Mierda, tiene que irse lo antes posible, volteo a verla a través del cristal, está comiendo, la luz del sol golpea en la superficie de la alberca, haciéndose reflejar en su rostro, siente que la estoy observando y mira, sonríe y se ruboriza,  en este momento sé que no hay marcha atrás, estoy completa y profundamente enamorado de esta mujer.  

Le llamo a su padre y responde al segundo timbre.  

-¿Si?

-Necesito que vengas por ella lo antes posible.

-¿Ha pasado algo?-su voz comienza a ser alterada y claramente sé que está entrando en pánico.

-Sabe en dónde estoy, y necesito que esté a salvo antes que algo más pase.  

-Voy en camino.-cuelga.  

Ahora viene la parte difícil, tengo que decirle que se irá antes de lo esperado y que lo hago por su propio bien.  

Salgo hacia el jardín, tomo asiento en mi lugar frente a ella y sonríe, ha terminado de comer y estaba jugando con las migajas de hot cakes. Es ahora o nunca.

-Tu padre viene en camino.-su sonrisa se desvanece, baja los brazos hasta su regazo y desvía la mirada.-Saben en dónde estamos y no quiero que nada malo te pase.

Se levanta bruscamente de la mesa y entra a la cabaña, cerrando la puerta detrás de ella, me levanto y la sigo, se ha encerrado en el baño, toco dos veces y puedo escucharla llorar.

-Hey, abre... necesitamos hablar.

-Vete.-dice entre jadeos.

Vuelvo a tocar y siento la puerta abrirse, entro y está parada frente a mi, con sus mejillas mojadas y rojas, mierda, se ve tan inocente, asustada y vulnerable.

-El señor Maxwell sabe en donde estamos, corres peligro.-no me mira, dios, quiero hacer saber que nunca le haría algo que le causara algún daño.-Tu padre viene en camino para hacer que estés a salvo, me encargaré de todo y cuando esté seguro que no haya ningún peligro iré por ti.

Oh, Por Dios! (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora