Capítulo XXXI

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Quebec.

Despierto en un auto en movimiento, estoy cansada y el cuerpo me pesa, miro hacia la ventana y lo que logro ver es neblina, ¿a dónde vamos?, giro a ver al conductor y mi corazón comienza a latir fuertemente, es Will, pero, ¿en verdad es él?, ¿no es un sueño? Tiene manchas de sangre en el rostro y en el cuello, puedo ver que está ¿molesto ?, ¿aliviado?, su entrecejo está arrugado y sus labios sellados, el camino es largo y al parecer no se da cuenta que estoy despierta.  

-No tenías que ir por mi.-rompo el silencio, voltea a verme y sonríe.  

-Tenía que, no pensaba en dejarte con ese psicópata.  

Lo miro completamente, de cabeza a pies para ver si está herido, logro a ver que tiene una corbata amarrada en la pierna izquierda justamente arriba de la rodilla, vuelvo a mirar su cara y aún tiene esa pequeña sonrisa que me hace sentir que está bien cuando en realidad no lo está. 

-Estás herido, debemos de ir al hospital.  

-Estoy bien, la que me preocupa eres tú, no sé cómo pudiste soportar estar ahí por una semana.

Con cuidado, tomo su mano derecha que está apoyada en su pierna, le doy un pequeño beso en los nudillos y le sonrió.  

-Fueron dos semanas a lo que sé, y estoy bien, un poco aturdida, pero bien.-trato de darle la mejor sonrisa que puedo, pero no se me es posible.

Quiero estar con él, quiero darle las gracias por haber aparecido y... ser suya. 

-Detente.-digo y me mira preocupado, sin pensarlo, estaciona el auto a un lado de la carretera solitaria, no pasan autos, solo estamos nosotros dos.  

-¿Estás bien ?, ¿te duele algo?, ¿la sutura te lástima?  

No deja de hacer preguntas, lo tomo de los lados de su cabeza, lo acerco a mi y lo beso, Dios, lo extrañé como nunca, pone una de sus manos en mi mejilla y la otra en mi nuca, acercándome más a él,  con cuidado me coloco en su regazo, hace el asiento hacia atrás, dándome más espacio para poder acomodarme. Paso mis piernas en cada lado de su cuerpo y por más que quiera golpearlo por haberme mentido, una parte de mi quiere entregarse a él, con cuidado desabrocho su camisa, bajo mis labios por su barbilla hasta su cuello, beso su clavícula y su tatuaje, me separo de él y lo acaricio "Verzi".  

-Dime que esto es real y que no lo estoy soñando.-susurro, siento las lágrimas salir de mis ojos, no quiero verlo a la cara, no quiero que me vea así, quiero imaginar que estoy con él, y que, si he muerto, pensar en sus caricias y en todo lo que me hace sentir cuando  estoy cerca de él.  

Siento sus manos subir por mis brazos, toma mi mandíbula y me hace mirarlo, verlo con sangre en el rostro me hace sentir culpable de todo esto, no podría soportar la idea de todo el daño que he causado en los últimos años, desde la muerte de mi madre hasta saber todo lo que pasó Esther en sus últimos momentos de vida.

-Esto es real, yo soy real.-susurra a centímetros de mis labios, con su pulgar limpia las lágrimas que se han resbalado mejillas, me acerca a él y vuelve a besarme, el beso es dulce y apasionado, es cómo si con un simple beso nos dijéramos todo. Con cuidado me quito el saco que cubre mi cuerpo, nos separamos y me mira completamente.-Dios, estás herida, necesito llevarte al hospital.  

-No... te necesito...-susurro, me mira sin saber que hacer, lentamente paso mis manos por mi espalda y desabrocho mi sostén, dejando mis pechos desnudos ante él.  Se acomoda en el asiento y comienzo a besarlo, tengo frío, pero con él, todo se desvanece.

-¿Segura que quieres hacerlo aquí?-me mira a los ojos y lo único que puedo hacer es asentir, con mis manos desabrocho su pantalón y con cuidado lo bajo lentamente junto con sus boxers, tratando de no lastimar su pierna.  

Cuando está completamente desnudo su pene se pone duro ante mi tacto, lo tomo entre mis manos y comienzo a masturbarlo, suelta pequeños jadeos, haciéndome desearlo dentro de mi, sus manos acarician mis piernas y mis pechos, lentamente hace a un lado mis bragas,  me levanto un poco y lentamente me siento en su pene.  Suelto un gemido en su oído y comienzo a moverme de arriba hacia abajo, me abraza y me acerca más a él, sus manos están en mis caderas y comienza a moverme de tal manera que entra con mayor profundidad, golpeando mi punto G. 

Con él, el sexo siempre ha sido rudo, fuerte y realmente placentero en todos los aspectos, pero ahora, es la primera vez que lo hacemos así, dulce y suave, disfrutando de nuestra compañía, diciéndonos todo sin necesidad de utilizar palabras.

En el  auto solo se escuchan nuestros gemidos, jadeos y el movimiento de su pene entrando en mi.  Con una mano libre, la mete entre nuestros cuerpos, baja hasta encontrar mi clítoris, lo acaricia dando pequeños círculos, el placer que siento en este momento es inigualable, lo necesito tanto, comienza a moverse más rápido y siento el orgasmo acercándose cada vez más, unas cuantas embestidas más y llegamos al clímax al mismo tiempo, comienza a bajar la velocidad, pero no sale de mi, es cómo si nunca quisiera que me separe de él.  

-¿Estás bien?-trata de mantenerse calmado, me mira a los ojos y lo único que puedo hacer es sonreír, de verdad que lo extrañé.  

-Estoy mejor que nunca.

A los minutos, sale de mi y comienza a vestirme con cuidado, cómo si fuera una muñeca y me fuera a romper, le ayudo con su herida y lo visto, me paso a mi lugar y vuelve a conducir por la carretera, sin tener un  rumbo fijo, pero de algún modo, me siento bien al estar con él.

Oh, Por Dios! (I)Where stories live. Discover now