No te desesperes más por lo que has hecho

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Ocho consejeros rodeaban mi mesa en un semicírculo de sillas, mientras yo me movía inquieta en mi asiento. Escuché al ministro de Finanzas hablar sobre la cantidad de dinero que el Imperio podía enviar a la biblioteca de Atenas. Yo actuaba como mediadora entre los ministros de Educación y Defensa. Ambos consejeros creían que la plata extra debía gastarse en sus propias áreas de interés. En realidad, era como arbitrar a dos niños de cinco años que querían el mismo juguete.

El ministro de Educación trató de explicar su posición. -Señora Conquistadora, si me permite...

-No puedes.

Estaba cansada de estos hombres y mi paciencia se había acabado. Un tímido golpe llamó mi atención desde los ministros y hacia la puerta que se abría lentamente y que unía mi estudio con nuestras habitaciones privadas.

-Oh, Dios.

Camila estaba de pie en la puerta con una mirada confusa. Los ministros, al darse cuenta de quién estaba en la entrada, se pusieron en pie de un salto.

-Mi Reina - pronunciaron algunos de ellos mientras se inclinaban en señal de respeto.

Camila me miró y vi cómo su expresión cambiaba rápidamente a una de miedo. La mirada me hizo recordar inmediatamente que una vez le había dicho que nunca me interrumpiera en una reunión. Aquella vez me pareció que había pasado una eternidad. Pensé que Camila se habría dado cuenta de que esas viejas reglas no eran para ella ahora, pero lo más probable es que fuera el tipo de cosa que le costaría superar rápidamente.

-Señora mía... lo siento mucho... no... no tenía ni idea... - Camila cerró rápidamente la puerta.

Mis asesores se sentaron y me miraron.

-Camila - grité.

La puerta se abrió muy lentamente y Camila volvió a aparecer. Como antes, los consejeros se levantaron. Camila los miró con extrañeza.

-¿Qué pasa? -Creo que estaba buscando una excusa para terminar la reunión que no iba a ninguna parte.

-Lo siento, mi Señora, puede esperar- De nuevo, Camila salió y cerró la puerta tras ella.

Una vez más, los hombres de mi estudio se sentaron.

El extraño comportamiento de Camila y las expresiones confusas de mis consejeros me divirtieron. No pude evitarlo. Me reí mientras gritaba el nombre de Camila. -¡Camila!

Me levanté y me dirigí a la puerta, abriéndola justo cuando Camila volvía a pasar. Evitamos a duras penas chocar la una con la otra. Naturalmente, los hombres de la sala se levantaron.

-Está bien, Camila, ya casi terminamos aquí. De verdad, está bien - Le guiñé un ojo y ella sonrió inmediatamente. Me sentí mejor al ver esa sonrisa.

Camila se inclinó más hacia mí y susurró. -¿Por qué siguen subiendo y bajando así?

Hizo falta mucha fuerza para no estallar en carcajadas. -Eres la Reina del Imperio - le susurré.

-Oh.

-¿Qué necesitabas, Camila? - La pinché.

-¡Oh! Lo siento, pero quería hablar contigo. Puede esperar.

-Tonterías. Hemos terminado aquí. Caballeros...- Le sostuve la puerta a Camila mientras pasaba. - Discutan esto entre ustedes y vean si pueden tomar una decisión adulta. Sé que será un esfuerzo para ustedes, pero vean si pueden lograrlo.

Salimos de la habitación, pero Camila me tocó el codo y se volvió hacia mi estudio. Llevaba una sonrisa diabólica. Abrió la puerta de mi estudio con un rápido empujón y vi a mis consejeros levantarse de sus sillas. La sonrisa de Camila se hizo más grande. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que pretendía.

La Conquistadora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora