Se burla de las cicatrices y nunca sintió una herida

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Me debatí rápidamente. Una parte de mí quería seguir a Camila, pero había una cosa que sabía con certeza. No le serviría de mucho consuelo en el estado de ánimo en que me encontraba. Una rabia fluyó a través de mí tan fuerte que hizo que todo mi cuerpo temblara. La bestia que llevaba dentro intentaba liberarse. Sus intentos de liberarse de mi dominio me causaban dolor físico, hasta el punto de que si me levantaba la camisa, esperaba ver rayas en mi vientre de donde la bestia intentaba salir.

Me agarré el abdomen para luchar contra los calambres de mis músculos. Nunca antes había deseado tanto liberar la oscuridad que llevaba dentro, pero al mismo tiempo sabía que no podía hacerlo. Decidí durante unos cuantos latidos si dejarme llevar, soltar un grito de sangre y dejar que la bestia diera rienda suelta a sus impulsos asesinos.

Imaginé la carnicería si permitía que eso sucediera. Era tentador, sin duda, pero por muy justificada que me pareciera mi venganza, esas personas seguían siendo los padres de Camila. En ese momento, sin embargo, estoy segura de que nos repugnaba a ambas admitir ese hecho. No, tuve que recuperar el control y tragarme mi sed de represalias.

Tuve que cerrar los ojos con fuerza por un momento. Me pareció un gran esfuerzo llevar el aire a mis pulmones. La bestia empujaba y yo le devolvía el empujón. Por primera vez pude ver a la entidad con una especie de forma física. Era fácilmente mi tamaño y forma exactos, pero envuelto en la oscuridad como si estuviera cubierto completamente por un manto negro. Esta vez fue mucho más fácil luchar contra las mentiras tentadoras que me susurraba al oído. Por fin estaba luchando contra algo que podía ver, aunque fuera el único en la sala con esa visión particular. Al fin y al cabo, yo era una guerrera por naturaleza, una mujer que se había pasado la vida perfeccionando ese arte. Fue casi anticlimático, entonces, cuando empujé con todas mis fuerzas, y la bestia se alejó, cuidando las heridas invisibles que le infligí.

Por fin fui consciente de mi entorno, sintiendo que había pasado mucho más tiempo del que realmente había pasado. Miré a mi alrededor y encontré a Hécuba y a Heródoto mirándome de forma extraña. No estaba segura de si sus extrañas miradas se debían a mi comportamiento o al hecho de que finalmente se habían dado cuenta de que me habían enfadado hasta el punto de perder toda la razón.

Me puse más erguida, sacudiéndome los últimos restos de control con los que la bestia intentaba aferrarse. Miré fijamente a Hécuba. Ella me devolvió la mirada, pero primero apartó la vista.

-No lo entiendes-, murmuró con algo menos de convicción que cuando había hablado con Camila.

-¿No entiendo?- cuestioné, tratando cuidadosamente de mantener la voz uniforme, pero tal vez fallando. -No fui la mujer que acaba de decirle a su hija que debería haber muerto por débil y cobarde-.

-Hay que tener en cuenta más cosas que nuestros sentimientos-.

-¿Qué más puede haber? ¿Qué más importa? ¡Dientes de Hades, mujer! ¿En qué podrías estar pensando? ¿Qué hay de tu otra hija... qué pasa si sufre el mismo destino que Camila?-

-Entonces espero que haya muerto antes de dejar que la deshonren. Si permitió que la trataran como lo hizo Camila... entonces no tengo hijos-, respondió Hécuba.

Creo que me quedé con la boca abierta mientras miraba a la mujer, totalmente asombrada por su respuesta. -Por los dioses, ¿cómo puedes negar a tus propios hijos por tener una fuerza tan increíble? Camila sufrió más indignidades de las que la mayoría de la gente ve en toda su vida. No sólo salió de la experiencia conmovida de una manera con la que tendrá que vivir para siempre, sino también con la capacidad de ofrecer compasión a la misma gente que la marcó en primer lugar. Sospecho que yo no habría sido capaz de hacer lo mismo y sé muy bien que tú tampoco-.

La Conquistadora (Camren)Where stories live. Discover now