Mira en el espejo y dime que ves

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-¡El próximo que me diga que me calme y me relaje va a perder un miembro!- gruñí a la gente que me rodeaba.

Estábamos en la taberna de la posada, casi tres docenas de personas apiñadas en la ya recalentada sala. Estaba más que enfadada, pero al no estar segura de en quién quería concentrar mi rabia, me conformé con gritarles a todos, aunque algunos no se lo merecían.

-¡Y tú!- Me acerqué a Mika, que estaba acurrucada en un rincón, tratando obviamente de hacerse lo suficientemente pequeña para evitar mi atención.

Ephiny se interpuso entre nosotras, un movimiento que me pareció valiente teniendo en cuenta el estado de ánimo que tenía en ese momento.

-Conquistadora, no fue del todo su culpa-.

-¡Entonces sólo la ejecutaré en parte!-

-Por favor, Conquistadora-. Ephiny se volvió hacia Mika. -Ve a hacer algo útil fuera-.

La joven amazona no perdió tiempo en salir corriendo por la puerta.

-¿Qué demonios les pasa a todos ustedes? Entre tus amazonas supuestamente entrenadas y estos soldados de élite del Imperio, creo que tengo mucha suerte de seguir viva.

Como oficial al mando, Ephiny había asumido inmediatamente la culpa, aunque la culpa había sido de las dos amazonas y los dos miembros de la Guardia Real que habían hecho guardia. Una parte de mí sintió cierto orgullo por las maniobras de Camila, aunque una parte muy pequeña. Camila ya poseía un gran número de habilidades. Parecía que moverse entre soldados entrenados, sin dejar ni una sola huella a su paso, ya formaba parte de su repertorio. Lo único que impidió que entrara en un pánico total fue el hecho de que Cor también había desaparecido, junto con una gran cesta de comida.

Creíamos que se iban por su propia voluntad, por lo que me esforcé mucho en mantener mi temperamento bien controlado. De acuerdo, fallé miserablemente en ese aspecto. Nunca pude ser objetiva cuando Camila estaba involucrada. La culpa estaba repartida a partes iguales entre Camila y sus protectores; por lo tanto, esparcí mi ira generosamente. Al principio, me resultaba difícil seguir enfadada con Camila. La amante que hay en mí creía que nada era culpa de Camila. La Conquistadora, sin embargo, estaba clara con su esposa. Camila era tan inteligente, tan intuitiva. ¿En qué podía estar pensando? Y, para llevar a Cor con ella. Me paseé por la habitación hirviendo.

-Todo lo que tenemos que hacer es enviar un grupo de búsqueda-, sugirió Atrius. -No pueden haber ido muy lejos, ni siquiera en el caballo de Camila-.

-Bien-, dije. -¡Todo lo que tenemos que hacer es enviar un grupo de búsqueda... en una de las ochocientas direcciones!- Grité de nuevo.

Atrius cerró la boca y los músculos de su mandíbula se tensaron. Me di cuenta, demasiado tarde, de que sólo dijo tal cosa en mi beneficio, quizá para aliviar mis temores.

-Lo siento-, le murmuré.

-Tengo hombres ahí fuera ahora mismo, Conquistadora... rastreadores. Encontrarán sus huellas-, respondió.

-Muy bien, ensilla a estos hombres y prepáralos-. Indiqué a los que estaban en la taberna. -Ephiny, lo mismo para las amazonas. Vamos a darnos un poco más de tiempo para seguir su rastro. Si los rastreadores no encuentran nada, partiremos en varios grupos. Mi madre y Yu Pan han accedido a viajar con nosotras en caso de que Camila o Cor estén heridos-.

Mirando al otro lado de la habitación, Ephiny parecía tan enfadada como yo. Adiviné el objetivo de su furia. Las oficiales amazonas se tomaban como algo personal el fracaso de sus subordinados.

La Conquistadora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora