El Cazador Rojo cree que matara

1.2K 114 37
                                    


-Debo decir, Camila, que no me siento nada cómoda haciendo esto

-¿Te sentirías más cómoda colgando de una cruz persa?-.

-Bueno, ya que lo pones así...-

Livia y yo habíamos entrado en la casa por el mismo tipo de túneles que corrían por debajo de la casa que Lauren y yo ocupábamos aquí en Atenas. Livia nos guió por el complejo laberinto de pasillos.

-Camila, sabes que al colarnos en la casa por estos túneles les estamos diciendo a Cleístenes y a Lenora que ya estamos convencidas de su culpabilidad-.

-Estoy convencida-, respondí, quizás demasiado rápido.

-Eso es lo que pensabas de mí, también. ¿Recuerdas?

Me detuve en seco ante sus palabras. No parecía haber malicia en ellas, tal vez sólo una suave reprimenda. -Eso fue diferente, Livia, lo sabes-.

-Lo sé, amiga mía, pero pensé que tal vez era necesario un recordatorio. Entiendo que la culpabilidad de Lenora es clara, pero Cleístenes podría ser inocente-.

Asentí con la cabeza en silencio. -Tienes razón, por supuesto. No puedo suponer que es culpable por asociación. Admito que puede haber una posibilidad de que no sepa nada de quién es Lenora y de lo que ha hecho. Muy bien, tal vez deberíamos confrontarlo honestamente-.

-Bien, ¿eso significa que podemos salir de estos horribles y húmedos túneles? -

Sonreí ante su entusiasmo por la aventura. -Sí, vamos-.

Giramos, pero nos detenemos inmediatamente.

-¿Qué es eso?- Preguntó Livia.

Ante nosotroas había una gran bestia, quizá el perro más grande que había visto nunca. El animal era de color atigrado, y las vetas de su pelaje le daban un aspecto aún más temible. Tragué saliva cuando calculé que su altura era casi tan alta como mi pecho. Llevaba un grueso collar de cuero alrededor del cuello, salpicado de tachuelas con pinchos clavados en el cuero. Sus labios temblaban sobre unos grandes colmillos blancos, pero no se movió.

-Creo que es un sabueso-, susurré.

-Por los dioses, es enorme. Nunca he visto nada igual-.

-He visto pergaminos romanos con dibujos de esos animales. Utilizaban perros así en la guerra-, respondí sin apartar la vista de la criatura.

-Así es, mi Reina-. La voz de Cleístenes salió del corazón de la sombra latidos antes de que su cuerpo saliera a la luz, y se arrodilló junto al animal. -Perdona a Sir Jamus. Todavía está un poco nervioso en este nuevo entorno. Lady Livia, espero que no haya olvidado nada. Podría haberlo enviado fácilmente cualquiera de sus posesiones a nuestra villa-.

Observé al hombre mientras hablaba, aparentando una gran autenticidad, y ni siquiera pregunté por qué los dos vagaban por los túneles subterráneos bajo la casa.

-Perdónanos, Cleístenes, pero...- Livia me miró y yo asentí. ¿Cómo no darle el mismo beneficio de la duda que le había ofrecido a Livia? Todavía no había mostrado ningún indicio de dañar a ninguno de los dos.

-Tenemos algunas... noticias angustiosas que compartir con ustedes-, continuó Livia.

-Por el nombre de Atenea, ¿qué puede ser? ¿Tienes noticias de la batalla?-

-Tiene que ver con la batalla, Cleístenes, pero no directamente. Parece que el problema está un poco más cerca de casa-.

-Por favor, mi Reina, dime qué pasa-.

-¿Tal vez tengas un lugar más cómodo donde podamos hablar?- Miré de Livia a Cleístenes.

-Oh, perdone mis modales, su alteza. Sí, sí-. Cleístenes agarró el collar de su animal y le indicó a Livia que le guiara por su casa.

La Conquistadora (Camren)Where stories live. Discover now