Cuanto he visto por la mano del tiempo caer

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Desde la otra habitación, oí a Camila soltar una sarta de maldiciones. Me solidaricé con ella de todo corazón. El placer que habíamos experimentado la noche anterior había vuelto con fuerza. No había un solo punto de mi cuerpo que no me doliera. Era mucho más que el simple dolor que se experimenta después de una larga noche de sexo increíble. Apenas podía moverme, y caminar me provocaba una agonía.


-Que conste que aliviarte cuando estás así de cruda es un gran error- gimió Camila mientras se sentaba con cautela en una silla que había colocado a rebosar de cojines.

-Te lo dije.

-No tengo ni idea de cómo voy a caminar hoy, y mucho menos a sentarme en una silla de montar.

-Pienso exactamente lo mismo, amor.

-¿Cómo pudimos hacernos esto, Lauren ? No lo entiendo.

-Era como si no pudiéramos parar-, añadí.

-Más bien estamos bajo una especie de...- hizo una pausa, girando la cabeza para mirarme.

Nos miramos fijamente. -Hechizo-, dijimos las dos a la vez.

-Voy a matarlas. ¿No te dije que...?

-Ahora, Lauren , no saques conclusiones precipitadas. Esto podría no tener nada que ver con Atenea y...

-¡Apuesto a que era una especie de broma para ellas!- La voz razonadora de Camila cayó en oídos sordos. Ya había hecho de juez y verdugo contra las Diosas. Eran culpables. Camila simplemente no tenía aún la suficiente experiencia con los Olímpicos como para sospechar tanto como yo. Sólo había una cosa por hacer.

-¡Atenea!- Grité a todo pulmón.

Apareció mucho más rápido de lo que esperaba.

-Más vale que esto sea bueno porque yo... ¿qué les pasa a ustedes dos?

-Oh, te has dado cuenta, ¿verdad? - Respondí.

-Soy la Diosa de la curación. Sería bastante difícil ignorar el hecho de que ustedes dos tienen un dolor considerable.

-Bueno, espero que seas feliz.

-¿Sobre qué? Oh, no-, dijo, haciendo una pausa para mirar entre nosotras. -No intentes culparme de nada. He estado en el Olimpo desde que me fui de aquí-.

-¿La primera o la segunda vez que saliste de aquí?- Pregunté.

-¿Qué significa eso?- preguntó Camila. No me había molestado en contarle que había pillado a Artemisa y a Atenea en nuestra cocina, pero le hice un rápido resumen. Mi mente había estado en otras cosas. Más bien obsesionada con otras cosas, pero ahora al menos sabía por qué.

-Atenea, tú no...-, empezó Camila, pero Atenea la interrumpió.

-Ciertamente no lo hice. Nunca haría nada que les hiciera daño a ninguno de las dos. ¿Cómo se lastimaron ustedes dos, de todos modos?

-Yo... nosotras...- A Camila le costó explicarse y se volvió hacia mí.

-Casi nos matamos porque no podíamos dejar de... ya sabes... el sexo-, dije finalmente ante su mirada de incomprensión.

-¿Qué? ¿Cómo es posible que...? - Se detuvo tan bruscamente que llamó nuestra atención. Eso, junto con la mirada extremadamente culpable en su rostro. Por supuesto, sus siguientes palabras ayudaron a condenarla.

-Oh no- dijo Atenea en voz baja.

-Dime que no lo hiciste-, dije.

-Mira... quiero decir... creo. Dame un latido-. Le dio la espalda y pareció concentrarse. De repente, Artemisa y Afrodita se materializaron.

La Conquistadora (Camren)Where stories live. Discover now