La casa oscura en la que una vez más me encuentro

1.9K 134 55
                                    

Las despedidas siempre son difíciles, más aún cuando se han hecho amistades y conocidos. Había llegado el momento de despedirnos de Atenas. Pasamos la última quincena atando los muchos cabos sueltos que una batalla puede traer. Darío era lo más importante en mi mente. Si tenía los cojones de atacar al Imperio en nuestro punto fuerte, seguro que no se lo pensaría dos veces a la hora de invadir las tierras circundantes y los aliados. Encargué a un grupo de emisarios que recorrieran nuestras propias provincias y las tierras circundantes. Partieron inmediatamente, cada uno con un pergamino sellado con mi escudo. Los pergaminos no contenían más que los hechos del ataque no provocado de Persia contra el Imperio griego. Éramos fuertes, y yo gobernaba dos tercios del mundo conocido. Tenía la seguridad de que no muchas tierras independientes se arriesgarían a enemistarse con el Imperio dando santuario a Darío o proporcionándole un ejército.

También puse en marcha nuevas leyes, fui testigo de las peticiones de personas que no habrían tenido medios para viajar a Corinto, y destiné dinero a diversos proyectos. También decidimos divertirnos. Camila parecía sentirse más a gusto en su papel de reina y se deleitaba agasajándonos en nuestra propia casa. El conocimiento de quiénes eran ahora nuestros verdaderos amigos ayudó a la situación. Todos nos sentíamos mucho más relajados, y por eso me sorprendió que Camila me recordara lo que quedaba de nuestro viaje.

Por mi parte, no tenía mucha prisa por dejar la ciudad y nuestro hogar en Atenas. Admito que creo que fomenté la actitud despreocupada que reinaba en nuestra casa. Camila cedió a mi capricho durante un tiempo, pero pronto se hizo evidente incluso para ella. Yo había estado dando rodeos.

-¿Lauren?- me preguntó Camila mientras nos sentábamos en lados opuestos de un tablero de Reyes. Por fin me había acostumbrado al hecho de que ella solía ganar. Ya no me molestaba tanto como antes.

-¿Hhmm?- tarareé de forma distraída. Cuando jugaba con Camila, no podía dejar de prestar atención, ni siquiera por un momento.

-Sobre el resto de nuestro viaje...-

-¿Sí?-

-¿Has... bueno, planeado qué ruta tomaremos?-

Me habían pillado. Para añadir a mi malestar, mi mente estaba ahora lejos del tablero de juego. -Bueno... he pensado en parar primero en Delfos-.

-Pero, no habíamos planeado estar fuera de Corinto tanto tiempo, ¿verdad?-

-No sé...- Me puse a dudar, evitando su mirada.

-Lauren, ¿estás tratando de evitar ir a Anfípolis?-

-¿Qué diablos te hace pensar tal cosa?-

-Bueno, sobre todo porque evitas ir a Anfípolis-, respondió ella.

La miré con una ceja arqueada. -Muy divertida. ¿Supongo que tienes un punto que estás tratando de hacer?-

Abrió la boca, pero me adelanté a ella. -Y si dices las palabras 'evitar ir a Anfípolis' una vez más, me voy a la cama-.

Cerró la boca y se sentó. Me encantaba poder anticiparme a ella. Puso ese bonito mohín y se cruzó de brazos. Sabía que estaba pensando en una respuesta, una que fuera ingeniosa, pero no demasiado mordaz. Esperé su respuesta con cierta confianza, pero noté que sus hombros se habían hundido y parecía derrotada. No, no derrotada, sino relajada. Oh, no. Bueno, hasta aquí llegaron las expectativas.

-Sé lo que está mal, Lauren, y quiero que sepas que lo entiendo-.

Me sorprendió la compasión. No me lo esperaba.

-Puede que no te des cuenta, pero me da tanto miedo volver a casa como a ti-.

Eso me confundió. Camila no había actuado de otra manera que no fuera con emoción ante la perspectiva de volver a su lugar de nacimiento. ¿Cómo podía temer volver a casa igual que yo?

La Conquistadora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora