No hay más remedio para el amor que amar más

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Thrump... thrump... thrump.

Bajé la mano de Ephiny y le dirigí mi mirada más fulminante. Estaba sentada en la mesa, tamborileando nerviosamente con los dedos sobre la tapa de madera.

-Si haces eso una vez más, pierdes esta extremidad- dije.

Consiguió parecer ofensiva y avergonzada al mismo tiempo. Ephiny y yo llevábamos un rato esperando en la pequeña sala, y mi último nervio había acabado por estallar. Satena, la Sacerdotisa Amazona, debía avisarnos cuando todo estuviera listo fuera para que entráramos en el claro donde iba a tener lugar la ceremonia.

-Bastante irritable para ser el día más feliz de tu vida.

-Si no fuera a conseguir a la chica al final de esto, nunca habría aceptado este espectáculo en el coliseo. Debe haber un millar de personas ahí fuera.

-Una ceremonia de matrimonio no saca a relucir tu mejor lado. Eres consciente de ello, ¿no?

-Muy divertida. Sabes tan bien como yo que una ceremonia de matrimonio incluye casi todo lo que las guerreras detestamos, ser el centro de atención, tener que llevar ropa elegante y estar en una multitud cuando no tiene nada que ver con la batalla. Y, ¿he mencionado lo de ser el centro de atención? Además, me he dado cuenta de que has conseguido mantenerte soltera todas estas temporadas- señalé. -Así que, hasta que no lo hayas hecho, nada de juzgar.

-Vale, vale, entendido-, dijo ella, seguida de una ligera risa. Nos miramos la una a la otra, pero ninguno de las dos dijo nada más. Por lo que pude ver, ambas estábamos pensando en Selene.

Cada una de nosotras levantó la vista al oír el sonido de la puerta y se levantó cuando mi madre entró en la habitación. Cyrene cruzó la pequeña habitación y tomó mis manos entre las suyas. Se quedó allí, mirándome en silencio.

-Estás muy guapa-, dijo.

-Gracias.

Seguimos así de pie. Era evidente que queríamos decir mucho más, pero ninguna de las dos sabía exactamente por dónde empezar. Ephiny finalmente cortó el silencio.

-Creo que tal vez... iré a tomar aire fresco. A ver si están casi listas para nosotras-, dijo antes de salir por la puerta.

Cyrene se rió y sacudió la cabeza. -Es como tú. No le gustan las emociones ni las charlas.

-Supongo que Ephiny y yo nos parecemos bastante en eso.

-Eres una mujer muy diferente estos días, Lauren. Espero que lo veas en ti misma.

-Tengo que agradecerle a Camila por eso-.

-Es un tesoro, pequeña. Será mejor que nunca oiga que la maltratas.

-Ni hablar, madre-, respondí con una sonrisa. Sabía que no estaba bromeando. Cyrene quería a Camila como si fuera suya, y estaba segura de que si alguna vez era tan estúpida como para hacer daño a Camila, mi madre me perseguiría.

-Lauren, yo...

-No tienes que decir nada, madre. Está en el pasado... para las dos.

-Pero hay que decirlo... el aire se aclaró por fin, por así decirlo.

Me quedé allí sintiéndome incómoda, sabiendo lo que mi madre estaba a punto de sacar a relucir.

-Lauren, tus hermanos... lo que les pasó... nunca fue tu culpa... nada de eso.

-Madre, yo...

-Por favor, déjame-.

Me di cuenta entonces de que su disculpa era tanto para ella como para mí. Ni en un milenio habría pensado que mi madre y yo estaríamos allí paradas de esa manera. Dioses, ni siquiera pensé que nos volveríamos a encontrar. Luché contra las lágrimas que amenazaban y asentí con la cabeza.

La Conquistadora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora