Recuerdo una casa donde todo era bueno

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-Me has drogado-, le dije a Camila con un lento desenfado mientras me sonreía.

Me sequé el pelo con una toalla, aún húmedo por el baño que había tomado. Hacía tiempo que Apolo había puesto el sol a descansar, pero me sentía fresca y extrañamente relajada. Un cierto vigor se había apoderado de mí, supuse que por todo el sueño que había obtenido.

-Oh, por favor-, dijo mientras se ponía delante de mí. -¿Quieres decir que no podías saber lo que contenía?-

-Sauce y valeriana-, respondí. Había captado el aroma del polvo de sauce y el leve regusto que dejaba la raíz de valeriana triturada.

-Sabía que no lo habrías tomado si no sintieras que lo necesitabas-.

-Creo que sí lo necesitaba, gracias, amor-.

-Me dio tiempo a conocer a tu madre-, dijo Camila, para mi consternación instantánea.

- ¿Qué? - Intenté quitar el tono de incomodidad de mi voz, pero no estoy segura de haberlo conseguido.

-Actúas como si eso te molestara-, respondió ella.

-¿Mi madre y mi esposa se quedan solas todo el día sin nada en común más que yo? Oh no, ¿de dónde has sacado esa idea?

-Muy divertida, mi querido Conquistadora. Admito que hemos hablado de ti, pero sólo brevemente. Aunque sea difícil de creer para tu ego, encontramos cosas de las que hablar aparte de ti-. Terminó con una enorme sonrisa. Su actitud relajada y fácil parecía tan refrescante como mi nueva energía y tranquilidad.

De repente, la deseaba. No era simplemente un deseo de hacer el amor suavemente con mi esposa. Era una necesidad, pura y simple, la necesidad de tomar, de poseer. Hacía bastante tiempo que no sentía una oleada de lujuria tan cruda, pero no era el placer físico lo único que me golpeaba. En el pasado, había tomado, pero mezclado en este grupo ecléctico de emociones había algo nuevo.

Como ya he dicho muchas veces, siempre he procurado hacer todo lo posible para que Camila no se sintiera utilizada, para no recordarle los días en que un amo podía tenerla tan bruscamente o tan toscamente como le placiera.

La deseaba ahora, sin pensar siquiera en el pasado de Camila, aunque sólo fuera porque esta mujer alimentaba mi pasión más allá de lo que jamás había conocido. Calmé mi pasión el tiempo suficiente para, al menos, volver a pensar en mi mujer. No estaba segura de hacer algo que pudiera hacer creer a Camila que quería tratar su cuerpo como una mera posesión. Sin embargo, era lo que quería en ese momento. Quería reclamarla, ejercer mi derecho de propiedad. No podía explicar esta repentina necesidad de control. Francamente, no tenía ningún deseo de examinar mi psique en ese momento. Había comenzado un dolor entre mis piernas que rozaba lo doloroso.

Mis manos no querían otra cosa que estar en su cuerpo, y la atraje hacia mí, entre mis piernas abiertas. Sentí los músculos de la parte posterior de sus piernas a través de la bata que llevaba. Cuando mis manos se detuvieron en su trasero, me di cuenta de que no llevaba nada debajo de la bata. Sólo ese hecho provocó que un río de furia fluyera desde mi excitado sexo, y me empapé en un tiempo récord.

Sus dedos trazaron suaves patrones sobre la piel de mis hombros expuestos y sentí que los músculos de mi vientre se tensaban y se estremecían. Tuve que hacer todo lo posible para no agarrarla y clavar mi mano en ella, reclamando lo que era mío. Me contuve, cerrando los ojos en un intento de contener esas emociones.

Unos cálidos labios sobre los míos hicieron que mis ojos volvieran a abrirse rápidamente. La lengua de Camila se extendió y me rozó el labio superior. Su lengua presionó, sin detenerse a pedir permiso para entrar en mi boca. Dioses, si supiera el fuego con el que jugaba. Luchamos por el control y, por muy agradable que fuera su lengua, no tardé en establecer las reglas del placer nocturno. Me preguntaba si ella estaría de acuerdo con ellas.

La Conquistadora (Camren)Where stories live. Discover now