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Día 1: Ashley.

23 de Septiembre.

La alarma en mi teléfono suena exactamente a las seis de la mañana, maldigo en silencio deseando no tener que levantarme, pero si no quiero llegar tarde o tener que luchar por solo unos segundos en el baño tengo que poner toda la fuerza de voluntad que haya en mi cuerpo.

Tomo el neceser que está junto a la puerta y salgo al pasillo, las luces todavía están apagadas pero puedo escuchar algunos ruidos provenientes de los dueños de casa. Voy hasta mi destino y suspiro viéndome al espejo.

Me hago una coleta alta para poder despejar mi rostro, me cepillo los dientes y me aplico corrector de ojeras. Nunca fui muy fanática del maquillaje, no porque no me guste, cada quien sabe cuánto se aplica, pero nunca supe hacerlo bien y no me gustaba quedar en ridículo al parecer un payaso.

Pero hoy verdaderamente lo necesitaba, mis ojeras se veían oscuras y muy marcadas, aunque el producto no hacía magia, lo disimulaba bastante. Ahora solo parecía lo normal que llevo en el rostro.

Mis ojos tenían el mismo color aburrido que el de todos, un marrón bastante oscuro, pero ahora tengo la sensación de que al verme, cualquiera podría saber que hay algo más que ver al otro lado.

Salgo de mis pensamientos cuando escucho algunas puertas abrirse, suspiro tratando de prepararme para afrontar el día. Alguien intenta abrir la puerta y agradezco el haber puesto el seguro, se supone que en una casa con tantas personas uno tiene que aprender a tocar la puerta o preguntar si hay alguien más, pero en esta casa nadie conoce el sentido de la privacidad.

Abro la puerta y me encuentro con Judith, ella ni siquiera me mira, solo espera hasta que me aparte para poder entrar.

Y ahí inicia el caos.

Anthony aporrea la madera mientras le dice que no haga lo mismo de siempre, escucho a la señora Meyer tratando de despertar a los más pequeños. Bajo las escaleras para ir directo a la cocina, suelto un bostezo mientras voy hasta donde está el señor Meyer, lo saludo con un beso en la mejilla antes de ir a buscar los platos.

Mientras él los va sirviendo, yo lo voy colocando en el orden de siempre. Primero el de Anthony, quien se cansa de golpear la puerta del baño y decide bajar a desayunar. Luego el de Helena, ella es más lista y va directamente al baño de la habitación principal ahorrando el tiempo de espera.

Aunque Judith ya debe haber salido del baño, los primeros en llegar son los más pequeños, Thomas, Luke y finalmente Alba, cada uno tiene su plato delante aunque solo Luke se dispone a comer, Thomas está muy concentrado tratando de no dormirse y Alba está luchando contra la señora Meyer, quien intenta hacerle un peinado.

Su esposo le sirve una taza de café y yo la saludo antes de sentarme, por lo general tomo asiento junto a Anthony dejándole a Judith el lugar de enfrente, pero no es raro para ninguno de los presentes que cambie mi rutina para sentarme en la silla contigua a la de Helena.

Un Secreto En Otoño [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora