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Día 21: Ashley.

13 de Octubre.

Veo como van bajando el ataúd y me encantaría que esa fuese yo, me encantaría que hubiese sido yo a quien le tocase, porque de igual forma estoy muriendo. De igual forma es a mí a quien están enterrando. Soy yo quien está muriendo. Una parte de mí murió a su lado, y es una parte que no quería que jamás se fuera.

Hay muchas personas de hecho. Algunos se presentaron como conocidos, que no tenía idea quienes son, pero los dejaron pasar. Una rubia se presentó como vieja amiga, habría explotado diciendo que ninguno de los que estaban allí tenían el derecho, jamás se preocuparon por saber de ella o de mí padre. Pero me canse de exigir, me canse de pelear.

Jeff se mantiene en todo momento a mí lado, él se mantuvo así estos últimos días, y era algo que agradecía profundamente. Los Petrov también estaban, obviamente aquí solo estaban Anthony y Judith. El resto son muy pequeños para traerlos y Helena quedó a cargo.

Así que aquí estaba, por segunda vez enterrando parte de mi alma. Los había perdido.

―Estamos aquí reunidos para conmemorar la vida de Halle Bell ―nunca le gustó su apellido, es por eso que usaba el de mi padre. Deberían decir el apellido que usaba―. Gran mujer a quien la vida no le dio una segunda oportunidad llevándosela tan joven ―lo dice como si supiera quien es. De hecho ni yo sé quién es él. Mi madre no era católica así que no entiendo porque un sacerdote está aquí―. Halle era madre, esposa y amiga. Es por eso que todos nosotros estamos aquí reunidos, para darle y decirle un último adiós ―siento las lágrimas formarse en mis ojos―. ¿Alguien aquí desea decir unas palabras? ―los ojos de todos se posan sobre mí pero no puedo hablar, siento un nudo en mi garganta que me impide hacerlo. La rubia de antes se aclara la garganta mientras da un paso al frente.

―Conocí a Halle en un momento difícil para ambas. Ella se alejó de su familia y estaba sola, yo también estaba sola pero jamás me sentí así. Porque a mi lado estaba ella. Siempre ahí, aconsejándome y apoyándome. Poniendo su hombro para llorar si lo necesitaba, o prestando su mano para abofetear ―sonríe mientras limpia sus lágrimas―. Porque así era ella. Apoyando a todos sin esperar algo a cambio. Fue mi sostén por mucho tiempo y por diferentes motivos la vida nos separó ―se ve que le duele hablar―. Pero aun así siempre la tuve en mi corazón y así será. Porque Halle era de esas personas que son insoportablemente perfectas, pero cuando la conocías, ya no podías olvidarla ―sus lágrimas comienzan a salir y siento la mano de Noelia tomar la mía.

«Si de algo estoy segura es que Halle era una de las mejores personas que alguna vez conocí. Me arrepiento de no haber podido estar con ella en sus últimos y más dolorosos momentos ya que ella siempre estuvo ahí para mí, para todos. No diré que éramos como hermanas. Pero si diré que era una gran persona y se merecía lo mejor del mundo. Si diré, gracias Halle por mantenerte a nuestro lado siempre. Adiós amiga ―comienza a llorar y un hombre se acerca a ella para abrazarla.

Más personas hablan y dicen algunas palabras de lo que vivieron con ella. Todos esperan que me levante y diga algo. Pero no puedo hacerlo, no puedo hablar porque sé que en cuanto lo haga me voy a quebrar. Hablar y decir las cosas sería como decirle adiós, y yo no estoy lista para decirle adiós.

Lo irónico es que el día esta perfecto, el sol da en pleno como nunca lo hace, no hay lluvia pero si algunas nubes, tal y como le gustaban a ella. Es irónico que el día de su entierro sea tan similar a los días que más disfruta... disfrutaba.

Cuando volvemos a la casa voy directo a mi habitación y me acuesto observando el techo. Jeff entra poco después y se sienta a mi lado.

―¿Quieres hablar? ―pregunta tomando mi mano. Niego cerrando los ojos para evitar llorar.


No me había permitido hacerlo. No después del hospital, no quería hacerlo porque me dolería demasiado y no estoy segura de poder detenerme una vez que empiece. Pero cuando mis mejillas se van humedeciendo me doy cuenta que ya no puedo evitarlo.

Jeff me abraza y reposo mi cabeza sobre su pecho mientras dejo las lágrimas salir sin controlarlas, de nada tiene sentido evitarlas ahora.

―No quiero decirle adiós ―susurro aferrándome a sus brazos. Es un desconocido a fin de cuentas, es alguien con quien lo único que comparto es un secreto que me atormenta. Pero aun así confío en él.

―Ella no querría verte mal ―susurra mientras limpia mis lágrimas. Tiene razón, mi madre querría que siga adelante, que a pesar de todo fuese feliz. Ella me lo pidió y yo se lo prometí.

Pero ella me prometió vivir, supongo que ninguna de las dos cumplió sus promesas.

Jeff se queda a mi lado hasta que ya se hace tarde y le aseguro que estoy bien y puede irse. Claramente no me cree pero no le queda otra opción más que irse.

Llaman a mi puerta pero no respondo, poco después la abren y me doy vuelta encontrándome con Helena. Me siento sacándome los auriculares. Se supone estaba escuchando música pero en algún momento lo detuve y solo oía el silencio. Ella se sienta a mi lado dándome algo que trae entre sus manos.

―Me lo diste cuando llegue ―dice observando el libro infantil, lo reconozco al instante―. Dijiste que era tuyo pero que lo conservara porque tenía una enseñanza especial ―era un libro muy importante para mí, pero en ese momento ella lo necesitaba.

―Me lo dieron mis padres ―digo abriéndolo. Voy hasta la última página y leo lo que mi padre había escrito allí―. Para quien este leyendo esto, eres una persona especial, no dejes que un mal momento te haga tocar fondo ―le llevo contra mi pecho mientras me recuesto de lado.


Los brazos de Helena me rodean abrazándome. Comienzo a llorar en silencio.

―Tu estuviste allí para mí, ahora yo estoy aquí para ti ―dice apoyando su cabeza en mi espalda.

Me duele en el pecho, es un dolor que ya había sentido antes, una vez. Es de ese dolor que sin importar cuantas heridas físicas te hagas, jamás se compara, porque no es algo físico. Es en el alma. Siento como si cortaran y arrancaran mi alma sin poder evitarlo. Porque la vida es así, hay cosas que no podemos evitar, que solo ocurren y duelen para siempre de formas que no podemos percibir.

Una herida en la piel puede sanar, con el tiempo cicatriza y se va. Pero una herida en el alma no se va ni mejora, se queda ahí recordándote que fallaste. Tal y como yo le falle a mi madre al no estar esa mañana con ella, tal vez si hubiese ido ella habría aguantado un poco más, o me hubiese dicho que se sentía mal y habrían encontrado antes el problema.

Pero yo falle, falle de muchas formas y muy diferentes. No sé si será mi karma por haberlo hecho o la vida decidiendo, pero de cualquiera de las formas la persona que esté detrás de esto está hiriendo mi alma. Me está dejando sangrar porque sabe que no haré nada para detenerlo. Seguiré sangrando hasta que no haya nada que salvar. Porque siento no hay nada más que salvar, tal vez algunos piensen que soy una dramática y que algún día seguiré adelante, pero esas personas no son yo. Su vida no es la mía ni sus sentimientos los míos.

Hay personas que no logran levantarse luego de sus adversidades, que jamás logran saltar un obstáculo, algunos porque no pueden y otros porque no quieren. Y es porque siempre nos ponen algo más difícil por frente.

Cuando pasas de grado el siguiente se vuelve más complejo, y así sucesivamente. La vida es igual, poniéndote obstáculos cada vez más difíciles para que te rindas o sigas adelante con el triple de esfuerzo.

Y yo no quiero seguir adelante, porque no estoy lista para saltar el obstáculo, no si este será más doloroso que el que ya está frente a mí. Prefiero que me llamen débil por no intentarlo a seguir intentándolo y lastimándome. Estoy cansada de lastimarme. 

Un Secreto En Otoño [#1]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin