Capítulo 34: Ataque en Selicia

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Sphintus pidió compartir habitación con Aladdin para recordar cuando estuvieron en la academia de Magnostadt. A Alibaba y a Ari les asignaron su respectiva habitación, uno junto al otro.

Alibaba estaba acostado en la cama; pensativo, pero lograba escuchar a Aladdin y a Sphintus platicar en la habitación continua.

—Aladdin, ahora sí tendrás que escuchar mi historia, la verdad es bastante trágica, te preguntaras cómo alguien tan joven como yo ha vivido tanta tragedia —escuchó la voz de Sphintus dándole un toque melancólico—. ¡Aladdin! ¡Aladdin, no te duermas!

—Ah, Sphintus tus historias son muy aburridas —objetó Aladdin, burlón.

—¡Ahhh, ven aquí, enano! —se escuchó como abrieron y cerraron la puerta de golpe y luego pasos rápidos por el pasillo.

Alibaba sonrió divertido, imaginándose a Aladdin correr y tras de él Sphintus. Inevitablemente se acordó de su relación con Cassim cuando eran pequeños.

Salió por el balcón para refrescarse un poco: hacía frío, pero tolerable era justo lo que necesitaba.

—Alibaba —escuchó la voz de Ari que también estaba en el otro balcón.

Sin previo aviso ella se subió a la baranda para dar un salto hacia donde él estaba.

—¿Sigues enojado conmigo por el susto? —le preguntó mirándolo a los ojos.

Alibaba medio sonrió y negó con la cabeza.

—Ari, ¿pensabas hacer eso si Marga te encontraba? —cuestionó de repente Alibaba.

—¿Eh?

—Me alegra haber sido yo quien recibió el susto y no ella —dijo Alibaba, dejando extrañada a Ari. La miró a los ojos—. Marga es una niña que tiene un corazón muy débil y un susto como ese tal vez no lo hubiera soportado —explicó.

Ari abrió los ojos como platos de inmediato la angustia invadió su semblante. Miró hacia el piso.

—No lo sabía —respondió Ari, empezó a temblar de pronto al imaginarse el peor escenario. Se llevó las manos empuñadas al pecho y hundió su rostro en ellas.

Alibaba se sobresaltó, no quería causarle ese sentimiento de culpa.

—Ari, pero no te preocupes, no pasó nada. Marga está bien ahora, descansando para mañana seguir jugando contigo —dijo Alibaba tratando de hacerla sentir mejor, pero ella seguía en la misma pose sin darle la cara.

La trajo hacia él en un abrazo protector, le acarició la cabeza.

—Perdón, no quería lastimarte, Ari —pidió Alibaba, arrepentido. Mejor se hubiera quedado callado.

Ella negó con la cabeza.

—¿Por qué una niña como ella puede morir tan pequeña? —preguntó Ari casi reclamando.

—Son cosas que pasan, Ari —respondió Alibaba sin tener una respuesta más concreta—. Pero Marga es una niña muy fuerte, Aladdin me contó sobre la pequeña. Tiene muchas ganas de vivir y eso le hace olvidar su verdadera condición. Es una niña con las esperanzas más grandes que jamás haya conocido antes. Además, gracias a la magia puede estar sana por más tiempo, sólo que, con ciertos cuidados, claro.

Ari se separó de Alibaba para contemplarlo mejor. Su luz, la tibieza que transmitía hacían que ella quisiera aferrarse a él. Cuando Alibaba le sonrió, su corazón dio un vuelco y su interior se inundó de calidez que la hizo sonreír.

—Marga es feliz y disfruta cada momento de su vida, así que, por favor, sigue jugando con ella como lo hiciste hoy. La vi divertirse mucho contigo —dijo Alibaba ampliando su sonrisa.

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