Un mes después de la batalla en Magnostadt con el médium que traería la oscuridad en el mundo, Morgiana ha tomado la decisión de apartarse del Aladdin y Alibaba.
Antes de que Aladdin y Alibaba regresen a Sindria después de estar dos meses en Magnos...
Sinbad sonrió después de esa interacción con Alibaba. Podía entrever la verdadera intención de la familia Ren al llevarse a Alibaba; su interés por el joven era un disfraz de su verdadero objetivo: Aladdin. Ellos querían más poder, no sólo por Alibaba que era un contenedor a rey, también por el Magi. Se alegró de que Aladdin no hubiera ido con Alibaba y también porque ellos no sabían de Arisha. Su sonrisa se amplió más, sabedor que tenía más ventaja.
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El día de la cumbre había llegado. Sinbad en compañía de cinco de los Ocho Generales, quienes iban en representación de los países que formaban parte de la Alianza de los Siete Mares, recibieron a los príncipes del Imperio Kou y sus guerreros de confianza. También llegaron unos miembros del Cuerpo Fanalis de Reim como representantes de ese Imperio. Todos saludaron cordialmente, aunque no se podía ignorar el ambiente tenso que se formó.
Yunan estaba en medio de todos, dando una introducción el por qué habían sido reunidos en ese lugar, pero antes debía de presentarse ciertas personas de suma importancia.
En el turbante mágico venía Aladdin, Titus y Arisha.
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—¿No crees que es muy exagerada nuestra entrada, Titus-kun? —preguntó Aladdin, avergonzado.
—Para nada, Aladdin, ¡Esto es muy divertido! ¿Verdad Ari? —le preguntó Titus a la chica.
—¡Sí! —Ari incluso alzó los brazos, entusiasmada.
Ari vio a Alibaba, no dudó ni un segundo en saltar del turbante, dejando a los presentes impresionados por su agilidad, pues todavía estaban a varios metros de altura. Ella corrió hacia Alibaba y prácticamente saltó hacia él, abrazándolo por el cuello.
—¡Te extrañé tanto, Alibaba! —expresó Ari mirándolo a los ojos con un cálido brillo.
Alibaba sonrió, contento. Verla le causó tanta paz, esa paz que necesitó en el tiempo que estuvo en Balbadd. De verdad deseaba verla que no dudó en abrazarla con fuerza.
—Yo también, Ari.
Kougyoku casi se le salen los ojos por la osadía de esa chica. De inmediato el enojo abordó su rostro.
