Capítulo 55: Un encuentro amargo

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Ari abrió los ojos lentamente, su visión era borrosa y tuvo que parpadear despacio. Había un techo de palmas, giró levemente la cabeza, sintiendo un mareo abrumador, pero visualizó unos futones en el piso. Sentía que le martillaba su cabeza, se pasó la lengua por los labios resecos y solo quería descansar más.

—¡Aladdin! ¡Alibaba! —clamó, sentándose de golpe, hecho que le sacudió más el dolor de cabeza.

Soltó un largo suspiro para ver si así liberaba un poco el malestar. Se acostó despacio. Había pasado días buscándolos; llegó a un pequeño pueblo donde la engañaron y le quitaron el oro. En otro lugar salió corriendo, porque los hombres de ahí le empezaron a decir cosas que no había entendido en un principio, pero no tardó en comprender que aquellos eran unos enfermos pervertidos; y de ahí terminó sumergiéndose en el desierto, donde perdió la orientación por completo: la sed, hambre y el inclemente sol le causaron estragos que en ese momento estaba pagando.

Se llevó la mano al pecho, sintiendo la flauta. Apretó el instrumento y esbozó una sonrisa irónica; se la iba a entregar a Aladdin una vez que estuvieran fuera del calabozo. Pero el destino era caprichoso y a ella la mandó a un lugar totalmente desconocido y no sabía nada de ellos.

A pesar de todo, estaba segura de que sus amigos estaban bien.

Se acordó de que fue auxiliada por dos personas que por estar tan débil y el sol a su máximo esplendor no pudo verles el rostro, sin embargo, reconoció que eran voces femeninas y una de ellas señaló un objeto que ambas reconocieron; lo demás era demasiado turbio porque todo se movía con rapidez ante sus ojos, solo supo que fue cargada por alguien y metida en un lugar donde había sombra, luego todo se apagó.

Todo le resultaba tan engorroso que se llevó el brazo a los ojos y descansar más.

—¡Ya despertó! —avisó una chica.

Ari miró a una joven morena de ojos negros y sonrisa afable; traía un cuenco con agua.

—Debes tener mucha sed, ten bebe —le ofreció.

La joven de ojos verdes no dudó ni un segundo en beberse la fresca y sabrosa agua. Se acabó todo y pasó su mano en la boca para quitarse el exceso. Luego miró a la joven de cabello negro que le seguía sonriendo.

—Muchas gracias —emitió Ari con voz ronca.

—¿Cómo te llamas? —preguntó la morena.

—Arisha, pero me gusta que me digan Ari —respondió.

Otra chica apareció, esta era una joven rubia de ojos de color azul oscuro y en sus manos llevaba una charola con pan y un cuenco con sopa.

—Hola, Ari —saludó la rubia y se sentó junto a la morena—. Mi nombre es Leila y ella es Sahsa —se presentó.

—Mucho gusto —dijo Ari, pero mentalmente trató de pronunciar el nombre de la morena sin éxito.

—Seguro que también tienes hambre, espero que esto te guste —Leila le dio la sopa y el pan a la chica

Ari de inmediato agarró el pan, dándole feroces mordidas y luego se bebía un tanto de sopa como si no hubiera un mañana. Estaba que moría de hambre.

—Cuatro días inconsciente y despierta con un hambre voraz —emitió Leila causando una risa discreta en su amiga.

—Está delicioso, ¿podría comer más? Prometo que se los pagaré... hum... —Ari se puso a buscar entre su ropa algo de oro que le haya sobrado, pero los desgraciados de aquel pueblo la dejaron sin nada—. ¿Hay alguna otra forma en que pueda pagarles?

Magi: The New Magic AdventureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora