Un mes después de la batalla en Magnostadt con el médium que traería la oscuridad en el mundo, Morgiana ha tomado la decisión de apartarse del Aladdin y Alibaba.
Antes de que Aladdin y Alibaba regresen a Sindria después de estar dos meses en Magnos...
Sinbad entró a la habitación de Jafar, quien ya se estaba preparando con el uniforme de Sindria.
—Alto ahí, Jafar. Todavía estás convaleciente —dijo Sinbad—. Debes de descansar unos días más. Spartos y Pisti me han apoyado en tu ausencia.
—Si sigo en esta cama temo que nunca me recuperaré. Ya estoy bien y listo para continuar con mis deberes, Sin —contestó Jafar sin prestarle atención a su amigo.
—Jafar, estuviste a punto de morir —habló Sinbad más serio.
Jafar siguió con lo suyo, acomodándose la tela sobre su cabeza.
—Pero no pasó, Sin —respondió Jafar, quitando las arrugas que se formaron.
Sinbad suspiró, no tenía caso discutir con Jafar.
—Estoy enterado que el ataque a Sindria ya es conocido por los otros imperios —comentó Jafar—. Puede que afecte al turismo por un tiempo. Tenemos que ponernos a trabajar al respecto, Sin, ya he estado pensando en qué podemos hacer para demostrar que Sindria es un país seguro...
—Jafar, ese hombre me advirtió que no es el único que busca a Ari... o, mejor dicho, Narae —interrumpió Sinbad.
—Nos tomó por sorpresa, Sin, ahora seremos más cuidadosos. Le diremos a los magos que se encarguen de crear un sistema de seguridad y a cualquiera que tenga un contenedor a rey o doméstico, sea detectado de inmediato, lo arrestaremos y ocultaremos a Ari también con magia —expresó Jafar, luego abrió los ojos al percatarse del nombre que dijo Sinbad— ¿Dijiste Narae? —reaccionó.
—Es el nombre real de Arisha, eso me dio a entender Fadrel —Sinbad cerró los ojos. Le contó lo que sucedió realmente.
Jafar estaba boquiabierto.
—Sin... no me digas que piensas usar a Ari para defender a Sindria.
—Sólo si ella me lo permite, claro. Estoy seguro que está dispuesta a brindarme su fuerza si uno de ellos llega a atacar a Sindria... o cualquier otro país que decida declararnos la guerra —afiló su mirada.
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Jafar apretó los puños y se puso frente a Sinbad.
—Ari es una niña muy noble, no deberías de verla como un objeto que solo puede brindarte poder —reclamó Jafar, mirándolo con enojo.
—Ya te dije, sólo si ella me lo permite, no es que la vaya a obligar a hacerlo. Tranquilo Jafar, puede que te vuelvan a sangrar los ojos de tanto coraje que haces —sonrió Sinbad para restarle importancia, le dio la espalda dispuesto a irse—. Me da gusto que estés de ánimo para regresar al trabajo, Jafar, honestamente Spartos ni Pisti juntos no hacen ni la mitad de lo que tú. Hay varios rollos en mi despacho que necesitan atención urgente, te lo encargo —se despidió con la mano y con una radiante sonrisa, dejando a Jafar echando humo por la cabeza.
