Capítulo 04: El reino de Sindria

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La joven se lanzó al mar sin pensárselo para salvar a la niña. Aladdin usó su turbante mágico para ir por ellas, pero solo alcanzó a tomar la mano de la niña, y cuando intentó sacar a la joven, ella ya estaba hundiéndose.

—¡Yo voy por ella! —gritó Alibaba entrando al agua.

Alibaba la vio hundiéndose, se apresuró a darle alcance y al tomarla, empezó a jalar de ella, pero había algo muy raro: la chica pesaba demasiado. No entendía por qué y le estaba costando salir a flote. Tuvo que emplear de su magoi para salir.

En cuanto salió a la superficie, Aladdin ya estaba listo para recibirlos. Aladdin empleó la magia para hacerlos flotar y subirlos al turbante. La chica estaba inconsciente y Alibaba respiraba agitado.

Unos minutos después, el enorme barco subió las anclas, ya dispuestos a continuar con su trayectoria. Alibaba se había quedado en la proa, pensativo por lo que había ocurrido. Un golpe en plena cara lo sacó de su ensimismamiento.

—¡Perdón! —gritó la madre de la niña—. ¡Es una carta para la chica que salvó a mi hija! ¡Muchas gracias por su ayuda a ti y al pequeño de pelo azul!

Alibaba le sonrió de vuelta, aunque estaba adolorido por el golpe. Había un papel que envolvía una piedra, con razón le había dolido tanto.

Aladdin contemplaba a la chica que estaba dormida, hasta que ella empezó a reaccionar, se puso contento al verla abrir los ojos y se alegró haber llevado una sopa que afortunadamente no estaba fría, todavía sacaba vapor.

—¡Qué gusto que ya estés despierta, onee-san! —emitió Aladdin regalándole una amable sonrisa.

—Gracias, Aladdin —respondió, miró la sopa con hambre—. ¿Es tuya?

—No, es para ti.

—¡Muchas Gracias! ¡Muero de hambre! —exclamó, agarrando la sopa—. ¡Está muy caliente!

Enseñó la lengua dejándola ver colorada.

Aladdin empezó a reír.

—Deja, te la enfrío un poco —Aladdin aplicó magia de viento, dejando la sopa menos caliente—. Espero que esté en un punto más tolerable, onee-san.

—Oh, Aladdin, eres muy dulce. Muchas gracias —sonrió agradecida.

Aladdin se ruborizó e incluso se bajó el turbante para ocultar su rostro. La vio comer, se notaba feliz y le daba gusto que ya no se sintiera enferma. Estar con ella le resultaba muy agradable.

—¿Quieres más? —preguntó Aladdin.

—¡Sí, por favor!

—Ya regreso entonces, espérame por favor, onee-san —dijo Aladdin.

Un instante después de que Aladdin se fue, la puerta se abrió, dejando impresionada a la chica de lo rápido que había regresado el niño, pero se trataba de Alibaba.

—Oye, como recomendación: si no sabes nadar no te lances al mar —dijo Alibaba, sentándose en la cama de al lado.

—Sí sé, pero...

—¡Te hundiste como piedra! ¿Cómo es eso posible? Además, no lo tomes a mal, pero eres muy pesada. Bueno, como sea; la madre de la niña que salvaste te mandó esta carta, toma.

La chica agarró la hoja de papel y se quedó con los ojos bien abiertos al ver una escritura tan rara.

—¿Por qué pones esa cara? —preguntó Alibaba, curioso.

Magi: The New Magic AdventureWhere stories live. Discover now