Capítulo 36: Falta de confianza

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Aladdin se despertó lentamente; se llevó la mano a la cabeza porque sintió como si le hubieran dado martillazos, además su visión no estaba al cien. Se encontró con el rostro de Ari que lo estaba observando atentamente.

—¿Qué pasó, onee-san? —cuestionó Aladdin, aturdido.

—Te desmayaste —respondió Ari, le pasó la mano por la mejilla—. Descansa un poco más, Alibaba está mejor, sólo que está durmiendo. Voy por agua, luego regreso.

Pero Aladdin la tomó por la mano para detenerla, la observaba profundamente a los ojos.

—Ari...

—Te lo explicaré cuando estés mejor, Aladdin. Lo prometo —aseguró Ari sin darle la cara a su amigo.

Tras cerrar la puerta, Ari se miró las manos con detenimiento, atisbando sus brazaletes.


Alibaba se levantó de repente, quitándose la sabana de encima, alarmado por lo que había soñado, miró rápidamente el lugar en el que se encontraba. Aladdin estaba en la cama continua, durmiendo tranquilamente. Soltó un suspiro, luego se palpó su abdomen, por lo que se despojó de las prendas superiores para examinarse porque en la pesadilla que tuvo, vio cómo su tórax, costado y el hombro se le hizo un hoyo del cual emergían asquerosos bichos negros que se propagaban por todo su cuerpo.

—Menos mal que sólo fue un mal sueño —dijo Alibaba, aliviado—. Esa Marusa me golpeó tan rápido que ni tiempo tuve de sentirlos. A ver, eh, aquí en la cadera y también por aquí...

El rubio se quitó el pantalón para explorar su ingle, aprovechando que ya era más flexible gracias a las clases de yoga que Rard les impartió, alzó una pierna estando sentado.

Ari entró a la habitación con una charola donde llevaba un cántaro y vasos, encontrando a Alibaba en esa pose tan rara. Se quedó con los ojos hechos bolita y la boca desencajada.

Y el rostro de Alibaba no era la mejor: estaba rojo y con la quijada hasta el suelo.

Ari gritó, soltando la charola y cubriéndose el rostro con las manos, Aladdin saltó de inmediato a la defensiva, vio a Alibaba y él también terminó gritando.

—¡¿Qué estabas haciendo, Alibaba-kun?! —preguntó Aladdin, alarmado, cubriéndose los ojos con una mano y con la otra tapando la visión de Ari.

—¿Y-yoga? —respondió Alibaba ya cubierto hasta la cabeza con la sabana.

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Aladdin y Ari decidieron ir a buscar unas flores para llevar a las tumbas de las personas que Marusa usó

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Aladdin y Ari decidieron ir a buscar unas flores para llevar a las tumbas de las personas que Marusa usó. Alibaba se quedó con los soldados para ayudar a excavar y enterrarlos.

Ari estaba cortando las flores que colocaba con sumo cuidado sobre el turbante, ya era tarde y el sol estaba empezando a descender, haciendo que el cielo y las nubes se pintaran de un color naranja.

Magi: The New Magic AdventureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora