Cap. 8: Trágica historia

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Al llegar a la barra le pido mi bebida a uno de los muchachos encargados de ella, quien me la entrega al cabo de unos minutos. Tomo un trago ahí mismo, esperando que el vodka elimine el sabor amargo que me ha dejado el altercado anterior.

—No pareces el tipo de chica que ahoga sus penas en alcohol —enuncian a mis espaldas.

Al darme vuelta, tengo que abstenerme de hacer una mueca.

—Te preguntaría entonces que cuál tipo de chica parezco, pero la verdad es que no me interesa saber tu opinión respecto a eso.

Mi respuesta parece impactarlo, ya que se queda en silencio por unos segundos.

—Si tú lo dices.

—Y para que quede claro —puntualizo—, no estoy ahogando ningún tipo de penas en mi bebida.

—Tu expresión no demuestra lo mismo.

—Bueno, la tuya tampoco es la más agradable de todas, y aun así nadie parece retarte por eso.

Erick suelta un leve silbido, frunciendo el entrecejo.

—Tranquila, nena.

—Roxana —corrijo—. Sabes que mi nombre es Roxana.

Suelta una pequeña risa burlona.

—No dijiste lo mismo cuando estábamos afuera con el tipo de seguridad, ¿cierto?

—¿Sabes una cosa? —espeto con frustración—. Si solamente me ibas a ayudar para después echármelo en cara, me hubieras dejado afuera y nos ahorrábamos todo este problema.

Por segunda ocasión, parezco tomarlo desprevenido.

—¿Estás segura de que eres la chica a la cual ayudé allá afuera? —Le echa un vistazo a la entrada—, porque honestamente no parecen la misma.

Bufo sin poder contenerme y doy media vuelta en mi lugar para marcharme. Sin embargo, su voz me obliga a detenerme.

—Mis abuelos me habían conseguido una pulsera extra para un acompañante, pero al final esa persona no pudo venir —explica—. Tú necesitabas un brazalete, yo tenía un brazalete que no me servía; eso es todo.

—¿A eso se debe tu malhumor? ¿A que te hayan cancelado?

Erick esboza una media sonrisa.

—No, mi cara de culo la tengo puesta todo el tiempo.

Por más que intento que mis comisuras no se eleven, me resulta imposible.

—Bueno, tal vez serías menos insoportable si no la tuvieras todo el tiempo.

Sorprendentemente, un sonido parecido al atisbo de una risa abandona sus labios por cuestión de segundos.

—Estás sonriendo, así que no debo ser tan insoportable como dices.

—Eso es porque en este momento no te estás comportando como un verdadero idiota —replico con una pizca de diversión en la voz.

—Te diría que me siento ofendido. —Ladea su cabeza—, pero entonces te estaría mintiendo.

Ruedo los ojos, pero esta vez no es porque me parezca odioso lo que acaba de decir.

—No he cenado aún —expongo al cabo de unos segundos—, así que regresaré a la mesa antes de que mi comida se enfríe por completo.

Erick solamente asiente con la cabeza una vez, dando por terminada la conversación. Empiezo a caminar de vuelta a mi lugar cuando él empieza a encargarle algo al chico de la barra. Algunos segundos después, Erick retorna también a la mesa, y esta vez Perla ya no le está brindando una mirada asesina.

Premonición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora