Cap. 27: Montón de felpa

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Estamos recostados en la comodidad que nos brinda la cama de mi habitación. Nuestras piernas están enredadas al final del colchón; su cabeza reposa sobre mi pecho, subiendo y bajando al ritmo de mis lentas respiraciones; él traza un mapa imaginario por toda la superficie de mi abdomen, mientras yo me dispongo a jugar con las hebras de su cabellera.

Los rasgos de su rostro se iluminan por la tenue luz de la luna que entra por los gigantes ventanales. El cuarto está emergido en un profundo silencio, interrumpido solamente por la salida del aire acondicionado, nuestras pausadas respiraciones, y el sonido ocasional de nuestros labios haciendo contacto.

Thiago suelta algo parecido a un gruñido somnoliento, a la vez que se pega más a mi cuerpo, y entierra su nariz en la curvatura de mi cuello, aspirando profundamente.

Sonrío genuinamente, a la vez que continúo con mis caricias sobre sus suaves mechones de pelo. Hasta que algo capta mi atención. Vuelvo a pasar la yema de mis dedos por el camino que recién recorrieron, topándome nuevamente con la irregularidad en su cabeza. Frunzo el ceño, a pesar de que él no puede verme.

—¿Qué es esto? —Sorprendentemente mi tono de voz no suena tan curioso como de costumbre.

—¿Uhm? —Sus ojos permanecen cerrados.

Trazo nuevamente la imperfección con mis dedos. La textura es extraña, como si un tejido se levantara sobre su piel.

—Esto —Toco la parte específica de su piel.

Abre lentamente sus ojos y pasa uno de sus dedos por donde recién yo tenía el mío. Sus facciones se contraen en una mueca de confusión.

—¿Es una... cicatriz? —cuestiono con extrañeza.

Él asiente sin decir nada.

A mi mente llega el recuerdo de cuando me confesó su accidente jugando fútbol americano. Es la única respuesta lógica que puedo pensar para dicha cicatriz.

—¿Tiene que ver con que te internaran en el hospital?

Asiente nuevamente, confirmando mi teoría.

—¿Qué pasó ese día?

Suelta un suspiro antes de empezar a relatar su historia:

—Era la semifinal del campeonato. La tensión se palpaba en el ambiente y nuestros cuerpos vibraban con los gritos de los aficionados. Íbamos dos puntos por debajo, y el equipo contrario tenía la posesión del balón, con solamente minuto y medio restante. El campo estaba hecho un caos; todos estábamos cansados y empapados de sudor, intolerantes y gritándonos cosas los unos a los otros.

»Yo jugaba como linebacker, por lo tanto era parte del equipo defensivo, y todo el partido dependía de que nosotros los frenáramos y lográramos recuperar el balón. —Hace una pausa antes de que las comisuras de sus labios se eleven ligeramente, en una sonrisa tanto triunfante como amarga—. Y lo hicimos. Logramos retenerlos lo suficiente al fondo del campo, y cuando era su última jugada, logré escabullirme del defensivo que cuidaba al mariscal de campo y abalanzarme sobre este último. Ese era nuestro rayo de esperanza para ganar el partido. —La sonrisa desaparece—. Pero al otro equipo no pareció alegrarles la idea de que su jugador estrella terminara tumbado en el piso.

En mi rostro aparece una mueca de preocupación.

—Lo siguiente que vi fueron hombres corpulentos acercándose amenazadoramente hacia mí. —Traga con dificultad—. Entre puños y gritos, mi casco salió disparado hacia alguna yarda del campo, dejando mi cabeza completamente desprotegida. Creo que no es necesario explicar muy a fondo lo que ocurrió después. Hospital, cirugía, hilo, y un buen tiempo de reposo.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now