Cap. 9: Causa de muerte

356 40 53
                                    

Me sobresalto al ver mi vestido de la noche anterior desparramado en una esquina y mis tacones dispersos en el suelo, cerca de la puerta de mi habitación. Con manos temblorosas, remuevo la fina sábana blanca que envuelve mi cuerpo, dándome cuenta de que no me encuentro completamente desnuda; mi ropa interior aún permanece cubriendo las zonas más delicadas de mi cuerpo. Siento mi corazón retumbando en mis oídos en el momento en que me siento sobre el colchón. Es entonces cuando visualizo una corbata de color azul marino cerca de los ventanales, y el recuerdo de las últimas horas arrasa dentro de mi cabeza.

Diez horas antes...

—¿Cuándo regresas a...? —Erick frunce su ceño—. ¿De dónde me dijiste que eres?

Suelto una pequeña risa antes de recordarle:

—México.

—Ah, México.

—No estoy segura —miento—, pero pienso quedarme un buen tiempo más por aquí.

Le doy una mirada a la vista panorámica que me ofrece la terraza de mi habitación antes de sonreír inconscientemente.

—Tiene su encanto, ¿no te parece?

—Sí, lo tiene.

—Cuando me mudé, realmente no creí que fuera capaz de quedarme mucho tiempo —divaga.

—¿Por qué lo dices?

—No soy una persona que se arraigue con las cosas, creo que es más sencillo vivir de esa manera. Así, si te lo arrebatan de imprevisto, no te duele tanto su ausencia.

Pienso en lo difícil que debe de haber sido para un niño de doce años perder a sus padres, pero me abstengo de sacar el tema a colación.

—Supongo que tienes razón.

Erick sonríe con cierto orgullo, como si acabara de recibir el mejor cumplido que le han hecho en su vida. Este chico tiene el ego más grande que he presenciado jamás.

—¿Estás consciente de que eso puede matarte? —suelto sin detenerme a pensarlo en el momento en que él enciende un cigarro más en lo que va de la noche.

—Sí. —Mi pregunta no parece irritarlo. En realidad, nada de lo que he dicho en las últimas horas parece hacerlo.

—¿Y aun así lo haces?

—Ya te lo he dicho, me tranquiliza.

—Al mismo tiempo que va acabando contigo.

—No todo puede ser completamente bueno, ¿eh?

—Lo digo en serio.

—Yo también —asegura. Al cabo de unos segundos, complementa—: Además, fumar me mantiene distraído... y ocupado.

Enarco una ceja en su dirección.

—¿Y para qué quieres mantenerte distraído y ocupado en este momento?

Despega el cigarro de sus labios, manteniéndolo a escasos centímetros de su rostro. Me barre con la mirada antes de hablar:

—Créeme, mantener mi mente distraída y mis manos ocupadas en este preciso momento es la mejor opción.

Inconscientemente relamo mis labios antes de escucharme decir:

—Dame uno.

—No, esto puede matarte —menciona con cierto tono de burla, haciendo alusión a mis palabras de minutos atrás.

—Hace rato me ofreciste uno aún estando consciente de que eso podía matarme.

—Porque hace rato no te conocía lo suficiente para decidir que no quiero contribuir a tu causa de muerte.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now