Cap. 11: Rey de los bolos

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Cambio mis adidas negros por esos zapatos graciosos con tonos rojos y azules una vez que estamos frente a la pista de madera.

—¿Supongo que has jugado antes? —le pregunto a Thiago cuando ambos ya tenemos el calzado adecuado.

En respuesta obtengo una mirada incrédula.

—¿Es un poco tarde para eso, no crees?

Me alzo de hombros con inocencia.

—Sí, pero no soy ningún experto.

Apoyo una mano en su hombro antes de decir:

—No te preocupes, ya somos dos.

Nos encontramos en un establecimiento para jugar boliche. Él me preguntó si quería hacer algo con él esta tarde y que si sí, yo escogiera el lugar, así que decidí que sería divertido venir a pasar el rato aquí.

Tomamos nuestras respectivas bolas y nos posicionamos nuevamente en la pista. Una pantalla frente a nosotros, la cual indica los marcadores y lleva el registro, se enciende dejando ver nuestros nombres en ella.

El primer en tirar, de acuerdo a la máquina, es Thiago.

Lo veo tomar su bola e inhalar profundamente mientras la sostiene, avanza unos pasos y después, balancea su brazo hacia adelante y hacia atrás unas cuantas veces, para después soltarla y hacer que ruede por la pista.

O por lo menos eso intentó, ya que la bola no duró ni tres segundos en el carril de madera, sino que se terminó yendo por el canal izquierdo.

Coloco una mano sobre mi boca para reprimir una risa. Él iba muy confiado y seguro y no tiró ni uno solo, ¿qué me espera a mí, una simple mortal?

Thiago se voltea e inconscientemente llevo ambas manos atrás de mi espalda, dándole mi mejor mirada de consuelo.

—Apenas estás calentando, vas a ver que en la siguiente lo logras. —Palmeo su espalda con la intención de animarlo.

—Claro —enuncia con un toque de sarcasmo.
Abro mi boca fingiendo indignación.

—¿Acaso acabas de ignorarme?

—¿Acaso tú no te estabas riendo segundos atrás? —Se cruza de brazos.

Muerdo mi labio inferior tratando de contener una carcajada, pero fallo brutalmente.

—Lo siento, lo siento —exclamo llevando una mano a mi estómago—. Ya verás que en el siguiente tiro te irá mejor.

Bufa antes de tomar otra bola. Se vuelve a posicionar de igual manera y repite los mismos movimientos de antes. La bola comienza a rodar con una ligera inclinación hacia el lado derecho, logrando derribar dos de los diez pinos antes de perderse en el vacío.

Me levanto dramáticamente de mi lugar y comienzo a aplaudir como si fuera una madre orgullosa, sin importarme el ganar unas miradas curiosas de parte de otras personas que también se encuentran jugando.

Thiago deja su malhumor de lado y hace una reverencia hacia mí, provocando que ambos nos carcajeemos. Creo que he reído más en estas últimas semanas de lo que lo he hecho en toda mi vida.

—Te dije que lo lograrías —repito.

Él sonríe con orgullo.

—Tu turno, Rox.

Cojo una bola más pequeña y menos pesada que la de él y me sitúo en frente del carril. Columpio mi mano unas veces y después la hago rodar hacia el frente. Todo va bien, o aunque sea eso parece, hasta que casi al final del carril la bola se desvía hacia el canal, logrando que solamente tire un pino.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now