Cap. 18: Sufrir en tu lugar

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Golpeo tres veces con algo de violencia la puerta de madera frente a mí. Sin mucha delicadeza, embarro la otra mano sobre mis mejillas, eliminando el rastro de lágrimas que se encontraban ahí hace un momento.

—¿Quién es? —preguntan del otro lado.

—Soy Rox —alcanzo a enunciar.

—¿Pero qué...? —Su frase se queda suspendida en el aire al momento en que elimina la barrera que impedía vernos. No me es difícil imaginar por qué.

Aunque no quiera, le enseño la sonrisa más falsa que tengo a la vez que trato de ahogar un sollozo mordiendo mi labio. Thiago no lo piensa un segundo más antes de rodearme fuertemente con sus brazos, como si de esa manera pudiera volver a unir mis partes rotas.

No estaba segura de si venir aquí sería la mejor idea, ya que existía la opción de que me pidiera que me calmara y le diera respuestas inmediatas, ya que eso es lo que la mayoría de las personas hacen cuando ven a alguien en este estado. Sin embargo, su reacción fue todo lo contrario.

—Ey, todo va a estar bien, chaparra. No estás sola. Yo estoy aquí y no voy a irme nunca. —La suavidad con la que pronuncia esas palabras y las caricias que hace en mi cabeza logran que mi labio inferior tiemble irremediablemente.

No puedo explicar cómo me trasladé del umbral de la puerta a la cama, pero la siguiente vez que estoy consciente de lo que ocurre a mí alrededor estoy sentada sobre el colchón, llorando sin control, mientras me abrazo a mí misma y Thiago se dedica a sobar mi espalda sin decir nada.

Aprieto mi boca y ojos simultáneamente en un inútil intento por dejar de llorar, pero es en vano. Él, al darse cuenta de ello, contrae su rostro y niega con la cabeza.

—Por favor, no lo retengas. Estás segura aquí, puedes llorar.

Con esas simples afirmaciones todos los recuerdos del año pasado invaden mi mente como un torbellino despiadado, una tras otra bombardeando mi cerebro y dándome poco tiempo para procesarlas. La última imagen que se plasma en mi mente es del suceso ocurrido hace tan solo unas horas, cuando me encontraba tranquilamente en mi habitación. Mi teléfono empezó a vibrar sobre la mesa de madera, alertándome de una llamada entrante. Vacilé un poco antes de responder, ya que el número era desconocido, pero finalmente terminé haciéndolo.

Dios, desearía no haberlo hecho.

*Flashback*

—¿Diga?

—Feliz aniversario, calentona. —Una voz masculina habla del otro lado.

—Disculpa, creo que te equivocaste de número... —alargo incómoda debido al apodo empleado.

—Oh, vamos. ¿Tan fácil te olvidaste de mí? —Una chispa de diversión resalta en la voz.

—Perdón, pero no te conozco.

—Sí que lo haces, y yo también a ti.

Solamente cuelga el teléfono...

—¿De qué hablas? —me es imposible no preguntar.

—¿Me vas a decir que no recuerdas cómo hace un año gemías mi nombre entre las sábanas de mi habitación? —Suelta una risa ronca que me pone los vellos de punta cuando una pequeña parte de mi cerebro la reconoce.

—¡Pervertido! Vete a molestar a alguien más con tus obscenidades —grito dispuesta a cortar la llamada.

—Eso no me decías ni a mí ni a los otros chicos de la preparatoria un tiempo atrás, Roxana.

Premonición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora