Cap. 23: Otro año más

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Si cualquier persona se me hubiera acercado seis meses atrás y me hubiera dicho que hoy estaría sumamente feliz y agradecida, me hubiera reído en su cara. Si me hubiera dicho que los últimos meses del año compensarían los primeros, le hubiera recomendado terapia. Y si me hubiera dicho que encontraría a un chico que me querría y me respetaría, probablemente le hubiera lanzado un zapato.

Así que pido disculpas al desconocido creado en mi subconsciente, por el trato injusto que le di dentro de mi mente, porque realmente tenía razón en todas sus hipótesis.

Es impresionante cómo las cosas cambian al pasar el tiempo, ¿no crees? Resulta que este factor es muy relativo, y no existen los parámetros. Podemos soñar una vida entera en tan solo cinco minutos, así como en unos meses podemos sentir lo que no pudimos en años.

¿A qué quiero llegar con esto?

Simple. Si te has reído más en los últimos cinco minutos al lado de tu mejor amiga, que lo que has reído en las últimas diez reuniones familiares a las que has asistido, está bien; si la pasas mejor en la media hora que estás encerrado en tu habitación escuchando música, que las tres horas que estás en el centro comercial con tus amigos, también está bien; si sientes un mayor afecto a tu pareja de hace dos meses, que lo que alguna vez llegaste a querer a tu exnovio con el cual duraste cuatro años, igual está bien. Porque no es cuestión de cantidad, sino de calidad.

Una de las grandes lecciones que aprendí este año, es que tenemos que apreciar cada segundo que vivimos. Lo sé, ¿cuántas veces no hemos escuchado eso ya? Pero es cierto. En muchas ocasiones nos encerramos en el pasado, y eso no nos permite avanzar, o nos centramos tanto en el futuro incierto, que olvidamos que contamos con un maravilloso presente.

Debemos de aprender a soltar las cosas. ¿Tomaste una mala decisión antes? ¡Bien! Si no nos equivocáramos, ¿cómo aprenderíamos? Aprovecha la lección que eso te dejó y empieza a vivir con ello. Eso sí; por favor, no cometas el mismo error dos veces.

Las personas van y vienen, los malos amores se reemplazan por verdaderos, las lágrimas al final se convierten en sonrisas y las heridas sanan. Así que recuerda solamente es un mal día, no una mala vida.

Aquí estoy yo, un treinta y uno de diciembre, orgullosa de mi pasado porque es lo que me ha llevado a ser quien soy hoy en día, cenando junto a un chico que me mira como si fuera lo más maravilloso que le ha pasado en la vida,  esperando para recibir otro año más.

Decidimos venir a pasar las últimas horas del año en el lugar donde comenzó todo, el Long Pavilion.

—¿Cuál fue tu momento favorito del año? —me pregunta Thiago devolviéndome a la realidad.

Me muerdo el labio inferior, pensando.

—No lo sé, hubieron muchos días buenos.

—Lo sé —confirma—, pero si, por ejemplo, pudieras repetir solo un acontecimiento, ¿cuál sería?

Mi mente vaga en mis recuerdos, tratando de hacer memoria en todos esos momentos que me lograron acelerar mi corazón a velocidades impresionantes. Honestamente creo que son demasiados para elegir solo uno, pero sé que no se dará por vencido hasta que responda su pregunta, por lo que hago un esfuerzo para poder contestar.

—El día después de la fiesta en el yate, cuando fuimos a bucear.

Las comisuras de sus labios se elevan, y sus facciones adquieren una expresión que me indica que mi contestación estaba dentro de lo que él esperaba.

—Ese fue un muy buen día —comenta.

—Lo fue. El lugar era increíble, nunca había visto algo así.

Premonición de amorKde žijí příběhy. Začni objevovat