Cap. 33: Último latido

298 34 14
                                    

—...Señorita Moya.

Despierto pegando un brinco en mi lugar al sentir el tacto de una mano sobre mi hombro, ocasionando que pierda el equilibrio ante el repentino movimiento y casi me caiga de las sillas. Mis mejillas se tiñen de rojo al darme cuenta de que tengo al señor Charbonneaue frente a mí, observándome con preocupación. Rápidamente me yergo sobre el asiento y froto mi cara con mis manos, intentando despabilarme.

—¿Ha pasado la noche aquí? —inquiere.

Asiento, aún adormilada.

—Recuerdo haberle pedido que se fuera a ca... —Cuando su vista se posa sobre las maletas que descansan a un lado mío, cae en cuenta de que no tengo un lugar al cual ir. Cierra los ojos, avergonzado—. Perdone.

—No pasa nada. —Contengo un bostezo que amenaza con salir de mi boca—. ¿Hay alguna novedad?

—Apenas son las siete de la mañana —informa—, no he tenido oportunidad de hablar con el personal aún.

—Entiendo.

Le da un rápido vistazo a su reloj.

—¿De verdad ha pasado la noche aquí?

Sonrío débilmente y con algo de cohibimiento.

—Si ya he viajado más de catorce mil kilómetros para llegar, no pienso irme tan fácilmente.

—¿Catorce mil kilómetros? —repite, anonadado—. ¿Pues de dónde ha venido? ¿La Luna?

Aunque quizá no debería dadas la circunstancias, me es imposible no soltar una pequeña risa por lo bajo.

«Te llevarías bien con papá, él se reiría de tus chistes».

—Cerca. Australia —aclaro.

—¡Vaya! ¿Lleva mucho tiempo viviendo ahí?

—Oh, no. Solo estaba de visita. Vivo en México.

—¿Interrumpió su viaje para venir a verlo?

—Hay prioridades —comento—. Y, por favor, llámeme Roxana.

El papá de Thiago deja salir el aire pausadamente y hace un gesto gracioso con las cejas.

—De acuerdo, creo que puedo intentar eso. —Observa su reloj por segunda ocasión—. Permíteme un segundo, ya regreso.

Asiento con la cabeza, entonces él se pone de pie y se acerca al mostrador de la recepción. Conversa con la enfermera de nombre Monique durante unos minutos, aparentando estar debatiendo sobre algo, hasta que finalmente ella se retira hacia el pasillo y él regresa a donde me encuentro.

—Acompáñame, por favor —me pide, transmitiéndome confianza con su sonrisa discreta.

Sin rechistar, me pongo de pie y empiezo a caminar detrás de él. Mi corazón se acelera de repente cuando cruzamos el pasillo que conduce a las habitaciones.

—Tengo que irme a trabajar en unos minutos —manifiesta—, pero Monique ha accedido a que puedas entrar un momento con mi hijo antes de que yo me retire.

Volteo a verlo abruptamente.

—¿De verdad? —cuestiono, incrédula.

—De verdad. —Se detiene delante de una puerta, donde se encuentra Monique aguardando—. Ella te dará las indicaciones necesarias antes de entrar y te notificará cuando el tiempo se haya terminado. Es necesario que salgas entonces, ¿de acuerdo?

Asiento repetidamente.

—Gracias —menciono con sinceridad.

Él se limita a regalarme una última sonrisa antes de desaparecer nuevamente.

Premonición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora