Cap. 15: Caballerosidad menospreciada

1K 119 95
                                    

Thiago aparca el auto en el estacionamiento del hotel donde nos hospedaremos esta noche. Desabrocho mi cinturón de seguridad, me cuelgo la maleta al hombro y alargo mi mano hasta alcanzar la manija y poder salir del coche. Sin embargo, antes de que haya podido empujar la puerta siquiera, cierto canadiense ya ha salido disparado de su asiento y ha corrido hasta donde me encuentro, dándome una mirada significativa.

Elevo mis brazos en señal de rendición.

—Gracias —comenta tras haber abierto la puerta y ofrecerme una mano para ayudarme a bajar—. Permíteme. —Hace un ademán con la mano para que le entregue mi mochila con las pocas pertenencias que he traído.

—Oh, no es necesario, puedo llevarla yo —aseguro.

—Sé que eres perfectamente capaz de llevar tu propia maleta, Rox, pero, por favor, déjame hacerlo por ti —insiste, a lo que termino accediendo.

Una vez que se ha colgado nuestros bolsos, entrelaza sus dedos con los míos y nos encaminamos hacia el interior del hotel. Es bastante sencillo, en realidad; ya que prácticamente llegaremos a dormir, acordamos que era absurdo gastar dinero de más en un hotel ostentoso. Aun así, la habitación es lo suficientemente espaciosa para albergar a dos personas y confirmo que la cama es lo suficientemente cómoda al lanzarme de golpe sobre ella apenas pongo un pie dentro de la habitación.

Cierro mis ojos unos segundos, respirando lentamente y sintiendo cómo se relaja mi cuerpo tras el largo trayecto en carretera, hasta que mi pequeño momento es interrumpido por una risa que conozco bastante bien.

—Unos segundos más y ya estarías roncando —bromea mi chico, obligándome a abrir los ojos.

Lo observo todavía de pie bajo el umbral de la puerta, y después clavo mi mirada en el techo.

—¿Qué dices? —Suelto un bufido—. Yo no ronco.

—Claro.

Giro mi cabeza unos centímetros para que pueda ver la ceja enarcada que le estoy dedicando.

—Podré tener el sueño muy pesado, pero estoy cien por ciento segura de que no ronco —me defiendo con seguridad.

Se encoge de hombros en respuesta.

—Lamentablemente no he tenido la oportunidad de dormir las veces necesarias contigo para confirmar o negar dicho hecho.

—¿Acaso eso fue una indirecta?

—Felicidades, Einstein. —Sonríe ladinamente—. Tómalo o déjalo.

Muerdo mi labio inferior y desvío la mirada hacia cualquier otro punto del cuarto.

—¿A qué hora inicia el festival? —pregunto para cambiar de tema.

—A las nueve de la noche. —Le da un vistazo a su reloj—. Considerando el tiempo que nos tomaría llegar y posibles contratiempos, lo ideal sería que saliéramos de aquí en unas tres horas.

—Genial, tiempo perfecto para tomar una siesta. —Ruedo sobre la cama y cierro mis ojos—. Buenas noches.

Suelta una pequeña risa antes de sentarse en el borde de la cama.

—Mínimo ponte cómoda —menciona con cierto reclamo al mismo tiempo que pone una mano sobre mi brazo—. Joder, estás helada. ¿Por qué no me dijiste antes?

—No tengo frí... —Me callo de golpe cuando sujeta el borde de su sudadera y tira de ella hacia arriba, alzando un poco la remera debajo de la misma y relevando una pequeña fracción de la piel de su abdomen definido.

—Ponte esto —pide, u ordena; no estoy segura y tampoco me importa realmente.

No voy a desaprovechar una oportunidad así.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now