Extra II

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Thiago Reyes

No recuerdo haber estado tan nervioso nunca antes en mi vida. Mis manos sudan y tiemblan un poco, motivo por el cual tengo que mantenerlas dentro de mis bolsillos en un intento de que la chica a mi lado no se dé cuenta de mi estado de ánimo, pero al palpar el derecho, siento la pequeña caja que ahí reposa y mis nervios vuelven a estar a tope.

—¿Thiago? ¿Estás escuchándome, cariño?

Pego un brinco en mi lugar cuando su voz me trae de vuelta a la realidad. Aclaro mi garganta y me obligo a encontrar las palabras.

—No. Sí —me corrijo—. Lo siento, chaparra.

Involuntariamente Rox esboza una sonrisa que termina siendo contagiosa al oír ese apodo que pronuncié por primera vez tantos años atrás y que actualmente continúa formando parte de nuestro día a día. Posteriormente me da una mirada de reproche.

—Te decía que este lugar es asombroso —repite—. ¿Cuál mencionaste que era el nombre?

—Toronto Island Park. —Es un lugar turístico compuesto por unas quince islas interconectadas entre sí. Decidí traer a mi chica aquí porque, bueno, es lo más cercano que tenemos al sitio donde todo empezó: Las Islas Whitsundays.

—Aún no entiendo cómo nunca habíamos venido en todos estos años —comenta con cierto tono quejumbroso.

«Estaba guardándolo para un momento especial», pienso, pero me callo antes de autosabotear todo.

—Podemos tomar el recorrido en tranvía para empezar —propongo en un intento por evadir su comentario anterior y a la vez ganar un poco más de tiempo.

—Vale —Sonríe sin haber notado la falta de respuesta—, suena muy bien.

Me abstengo de exhalar el aire que tenía contenido en los pulmones y me limito a asentir levemente con la cabeza antes de tomarla de la mano y dirigirnos al punto de reunión donde inicia el recorrido. Esperamos junto a una fuente por unos minutos hasta que finalmente nos indican que podemos abordar el transporte, así que subimos a uno de los vagones disponibles y tomamos asiento.

El trayecto inicia por el café Carrusel, que tiene una llamativa y peculiar estructura, para seguir por la granja Far Enough, donde alcanzamos a divisar unos establos con los caballos dentro. Seguimos avanzando hasta llegar al parque de diversiones Centerville, que se encuentra repleto de jóvenes en las atracciones más extremas y unos cuantos niños en el área infantil. Soy testigo de cómo los ojos de Rox se iluminan un poco más de lo habitual al observar a los pequeños, provocando que un nudo se instale en la boca de mi estómago.

Continuamos pasando por los puntos más emblemáticos de las islas, como la marina, el teatro de la laguna, el faro y el laberinto, hasta llegar al último lugar antes de detenernos: el jardín infantil Franklin, un vergel temático basado en personajes de las historias de Franklin the Turtle, un clásico infantil canadiense.

En la entrada del jardín, junto al letrero que da la bienvenida, un padre se encuentra sosteniendo una cámara que apunta hacia quien supongo es su esposa, una mujer embarazada, y otros dos pequeños a su lado que la abrazan y sonríen con uno que otro diente faltante.

Observo la escena y luego a Rox, quien ya se encuentra devolviéndome una cálida mirada. Sujeto con un poco más de fuerza la mano que tengo recargada en su pierna, sonriendo inevitablemente y siendo consciente del calor que se expande por todo mi pecho al imaginar que en un futuro no muy lejano aquella familia podemos llegar a ser nosotros.

Ya lo hemos hablado antes. Quiero decir, llevamos cinco años juntos, por supuesto que nos hemos planteado el empezar una familia. Ambos hemos terminado nuestros estudios, tenemos trabajos estables, dinero ahorrado y el apoyo de nuestros padres. Considero también que somos lo suficientemente maduros, en todos los aspectos, para valernos por nuestra cuenta y al mismo tiempo hacernos responsables de traer otra vida a este mundo.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now