Cap. 35: La luna como testigo

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—¿No vas a pasar? —cuestiono, atreviéndome a mirarlo a los ojos.

—¿Quieres que pase?

Capto la doble intención que tiene su respuesta, mordiéndome el labio inferior.

Sin decir nada, me hago a un lado y abro la puerta en su totalidad, dejándole el camino libre, mostrándole mi conformidad con esto.

—Es tu decisión —sentencio dando media vuelta y caminando en dirección contraria.

Segundos después, escucho la puerta cerrarse.

Me detengo en mi lugar y giro nuevamente para poder verlo. Está parado en la entrada, a una distancia muy prudente de mí. Tiene los labios entreabiertos, exhala con esfuerzo constantemente y su pecho está agitado. Yo, por mi parte, me relamo los labios inconscientemente, capturando su atención.

No decimos nada más, solamente nos vamos acercando paso por paso. Yo doy el primero, segura; él responde avanzando unos centímetros también. Así hasta que el espacio que nos separa es casi inexistente, obligándome a alzar la vista para poder verlo.

Pasa una de sus manos por mi cuello hasta acunar mi mejilla.

—¿Puedo? —pide permiso, manteniendo la vista fija en mi boca.

Asiento, y es cuestión de segundos para que nuestros labios colisiones por segunda ocasión. Me besa suavemente al principio, rozando de manera delicada sus labios con los míos. Su mano libre copia la acción de la otra, sosteniendo así mi rostro y acariciando mi piel con una gentileza que me derrite.

Mis dedos ansiosos no tardan en querer formar parte del momento también, enterrándose firmemente en sus hombros y moviéndose desde ahí hasta la zona de su pecho y de regreso.

Besarlo se está convirtiendo en una experiencia afrodisíaca, y sorprendentemente, ya no me aterra.

Sus manos se arrastran de mis mejillas hasta mis hombros, acariciándolos, para después seguir su recorrido en mis brazos, bajando hasta mi cintura y sujetándome con una firmeza determinante.

Desciendo de su pecho a su abdomen, sintiendo la dureza de sus músculos por encima de la camiseta mojada que se adhiere a su piel. La calidez característica de su cuerpo traspasa la tela calentando las yemas de mis dedos, y el frío que estaba sintiendo momentos atrás se desvanece.

Sus dientes atrapan mi labio inferior y jalan de este mordiéndolo, ejerciendo la presión necesaria para que suelte un jadeo. Su boca se despega de la mía permitiéndonos respirar nuevamente, pero permanece a milímetros de mis labios, rozándolos juguetonamente.

Ponemos una distancia mayor para ser capaces de mirarnos a los ojos. Los suyos lucen brillantes y cargados de coquetería. Sus pupilas están dilatadas mientras nos sostenemos la mirada de una manera intensa y que pareciera hablar por sí sola.

—Rox... —murmura él, con la respiración agitada.

Lo interrumpo antes de que siga hablando.

—Estoy segura —digo con firmeza, sintiendo mi corazón latir a velocidades inimaginables.

—¿Estás segura de que estás segura? —cuestiona él, robándome una pequeña risa—. Si prefirieras aguardar hasta estar vestida de blanco para hacerlo, te esperaría.

Sus palabras me causan un revoloteo en el estómago, y aunque sea por un corto segundo, me permito imaginar un futuro a su lado.

Sonrío antes de contestar.

—Quiero esto, aquí y ahora, contigo. Estoy segura —dicto mientras mi respiración empieza a fallar nuevamente a causa de la anticipación.

No lo pregunta otra vez, no le di oportunidad de hacerlo. Ahora soy yo la que captura sus labios, descargando todo el amor que le tengo en este beso, intentando demostrarle con este gesto todo aquello que provoca en mi interior.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now