Cap. 17: Su Majestad

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Mi novio silba apenas pongo un pie en su habitación, recorriéndome de arriba a abajo.

—Estás preciosa. —Se acerca peligrosamente a mi boca, por lo que instintivamente pongo una mano frente a mi cara, haciendo que sus labios se estampen contra la misma en lugar de su objetivo original.

—Demoré mucho con el maquillaje —me excuso, apenada, a lo que él bufa en respuesta.

—Ni pienses que te salvarás toda la noche con esa excusa, lo respeto ahora porque de verdad te ves hermosa, y eso me impide pensar claramente. —Se limita a besar mi cabeza y yo sonrío en agradecimiento.

No mentía al decir que tardé en hacer mi maquillaje, en especial la sombra de ojos, ya que se me ocurrió la brillante idea de tratar de hacer coronas en mis párpados para que quedara acorde con mi disfraz y no estuviera tan simple, cosa que no fue nada sencilla. Sin embargo, después de varios intentos estoy realmente satisfecha con el resultado.

Thiago se coloca su saco y se trata de peinar un poco con ayuda del espejo frente a él, acción que deja a los segundos seguido de una mueca.

—¿Lista para la coronación? —me pregunta tomando una de las coronas que se encuentran sobre la mesa.

Asiento con la cabeza, y entonces él hace todo un espectáculo como si de verdad se tratara de un evento de la realeza, robándome más de una risa. Sujeto unos pasadores de cabello para ajustar la corona sobre mi cabeza y así evitar que se caiga, y después me dispongo a ayudarlo a ponerse la suya.

—Su majestad. —Thiago hace una reverencia hacia mí sin dejar de hacer contacto visual. A estas alturas ya me he acostumbrado al nuevo apodo.

Imito su acción alzando ambos lados de mi vestido color vino, sin poder evitar que una gran sonrisa ocupe mi rostro.

—¿Nos vamos? —Se endereza y dobla su antebrazo, ofreciéndomelo.

Acepto su gesto, entrelazando mi brazo con el suyo, y juntos salimos de la habitación.

Desde hace algunos días el hotel empezó con su decoración acorde a la fecha, por lo tanto no me sorprendo cuando al cruzar los pasillos vislumbro telarañas en las esquinas de las paredes y calabazas bajo el umbral de algunas puertas. El único nuevo detalle es que todo el personal está vistiendo algún disfraz esta noche, y he de admitir que hay algunos demasiado buenos.

—¿Puedes poner música? —le pido a Thiago una vez que ya ha arrancado el auto.

—Sus deseos son órdenes. —Me guiña un ojo antes de encender el estéreo y conectar su celular. Inmediatamente, Queen Elizabeth de Cheat Codes resuena dentro del vehículo.

Me es imposible no reír ante su ocurrencia.

—Vale, si no te conociera diría que fue mera coincidencia.

Alza una de sus manos, delatándose, y segundos después empieza a cantar.

—Elizabeth, she's the girl next door. But she's a little bit, yeah, to me she's a little bit more. When I'm with her, then I feel like a king, yes, I feel like a king. —Despega sus ojos del camino unos segundos para darme una mirada significativa—. To be in her grace, I would do anything, I would do anything.

—I would go down on my knees, down on my knees, down on my knees... —continúo.

—Oh, Queen Elizabeth, you are the one that I wanna be with —entonamos juntos el coro—. My Queen Elizabeth, give it up, give it up, give it up just a little bit.

No me doy cuenta de la inmensa sonrisa que tengo hasta que llega el puente musical y mi mandíbula empieza a doler un poco por el gesto. Es entonces cuando recuerdo la vez que cantamos a todo pulmón en este mismo auto rumbo a las Islas Withsundays. Ese fue uno de los primeros momentos donde sentí esa conexión tan única, y el simple pensamiento hace que una sensación agradable se instale dentro de mi pecho.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now