Cap. 1: Mutuo escaneo visual

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Pasajeros del vuelo 4587 con destino a Queensland, Australia, favor de abordar —. Escucho a través de los altavoces del aeropuerto.

De inmediato mi vista baja hasta toparse con mi boleto de avión, ese pequeño papel que marca un comienzo diferente en mi vida, un cambio que probablemente tendrá un impacto inimaginable en mi futuro.

Tengo que aceptarlo, estoy temblando de miedo. Eso no significa que no esté emocionada, por supuesto que lo estoy; quiero decir, estoy a punto de cumplir uno de mis grandes sueños, y sé que soy afortunada por eso, ya que no todos tienen la oportunidad de algo así. Pero al mismo tiempo me aterra. Me asusta porque hacerlo significa salir de mi lugar seguro, de la estabilidad que me brinda mi hogar, inclusive de las comodidades a las que estoy acostumbrada en este momento. Alejarme de mi familia y de mi país durante un año no es algo fácil, aunque sea no para mí.

Sin embargo, soy fiel creyente de que la vida se basa en tomar riesgos, conocer y experimentar. Y estoy convencida de que esto es algo que me ayudará a soltar un poco todo aquello que me mortifica, para ser capaz de labrar un nuevo camino en mi vida.

Suspiro lentamente intentando de esta manera liberar la tensión en mi cuerpo, y entrelazo mis manos al frente jugando con ellas. Doy media vuelta para observar a las tres personas más importantes en mi vida, sonriendo nostálgicamente.

—Ese es mi vuelo —informo—. Tengo que irme.

Beatriz, mi madre, se acerca con ojos llorosos hasta mí. Alza una de sus manos hasta tocar mi mejilla, acunándola.

—Oh, cariño, disfruta mucho tu viaje. Espero que te sirva para despejar tu mente y aclarar mejor tus ideas sobre el futuro —comenta para después envolverme en un efusivo abrazo; uno de esos que saben a despedida.

Se despega de mí sollozando, y yo tengo que morder mi labio inferior para no terminar igual que ella. Mi padre acaricia su espalda en un intento por reconfortarla, antes de avanzar y quedar a unos pasos de mí.

—No dudes en llamarnos si necesitas algo, lo que sea, ¿de acuerdo? —habla él, a lo que yo asiento con la cabeza antes de enrollarlo con mis brazos y recargar mi cabeza en su pecho, aspirando su aroma una última vez—. Te amamos y te deseamos lo mejor, no lo olvides.

Al cabo de unos segundos se separa de mí y regresa a donde está mi madre para abrazarla y consolarla. Entonces es mi hermana la que ocupa el lugar que mi padre tenía segundos atrás.

—Aprovecha esto, Roxy. Disfrútalo y haz que cada día que pases allá sea inolvidable para ti. No tengas miedo de intentar cosas nuevas —susurra Olimpia en mi oído, a la vez que me aprieta en un fuerte abrazo—. Te amo, hermana.

—Yo también te amo a ti —aseguro antes de soltarla.

Levanto mi vista hacia los tres, tratando de guardar este momento en lo más profundo de mi corazón, para no olvidarlo nunca.

—Gracias por esto —agradezco sinceramente—. Los extrañaré, pero nos mantendremos en contacto, lo prometo.

Ellos asienten sonrientes, tratando de ocultar sus verdaderas emociones detrás de ese gesto.

Estoy consciente de que mi ausencia se notará, al fin y al cabo somos una familia unida, y solíamos compartir muchos momentos juntos a lo largo del día. Pero también sé que hacen su mayor esfuerzo en este momento para sonreír, porque no quieren que me sienta culpable de alguna forma por dejarlos. Y en el fondo, se los agradezco.

Volteo una última vez antes y les dedico una sonrisa sincera antes de dirigirme hacia el filtro de seguridad para abordar.

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Premonición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora