Semra

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Uno de los pocos lujos que todavía se permitía, pese a lo exiguo de sus ingresos, era comprar un fuerte y aromático café con cardamomo en una cafetería que quedaba a varias calles de la escuela en la que trabajaba. El intenso aroma y el increíble sabor no sólo la despertaban, si no que le infundían calor y ánimo para afrontar la jornada. Amaba las heladas mañanas de la incipiente primavera y aunque era consciente que bajo ese enorme abrigo más parecía una vagabunda que una maestra, no le importaba. Ya no era coqueta y sólo se preocupaba de estar limpia y presentable. Nada de maquillaje, nada de tintura para el cabello y, sobre todo, nada de prendas a la moda. Semra siempre le insistía en que podía conseguirle ropa más adecuada a su contextura y a su edad, pero a Azra no le interesaba el tema. Afortunadamente su hermana le sacaba dos tallas de ventaja, por su estatura y eso impedía que pudieran compartir prendas, porque estaba segura que de lo contrario Semra la obligaría a ir vestida igual que ella.

Cuando ingresó al centro educacional, saludó cortésmente a todos quienes se cruzaban por su camino. Habitualmente se calzaba su ropa deportiva en un cuarto especial, pero hoy era lunes y los lunes eran los días de clases sobre nutrición y hábitos de vida saludable. Se sentía un tanto mal por impartir esas lecciones a niños en cuyas casas muchas veces la dieta consistía en pan, pasta y té, pero no quedaba de otra. Al menos el ayuntamiento les había asignado fondos para almuerzos y la escuela contaba, por ese año, con una cocina, cocinera y un modesto comedor donde los diversos alumnos podían almorzar en dos turnos distintos.

Para el próximo año, Azra había preparado un proyecto para concursar por fondos públicos para mejorar la infraestructura deportiva de la escuela y para obtener implementos deportivos para los niños. Si bien ya no tenía ambiciones para sí, al menos sí las tenía para lo que ella denominaba "sus niños". Ya se había hecho a la idea de que no tendría hijos y que su vida personal carecería de un sentido propio, porque ya no tenía planes, ni proyectos para ella, pero al menos sí los tenía para esos niños y pensaba luchar por sacarlos adelante a través del deporte.

Cuando volvió a su casa en la tarde, exhausta después de pasar por sus otros dos trabajos, se encontró con un enorme barullo y una entusiasta Semra saliendo por la puerta, muy arreglada.

- ¡Hermana deséame suerte!

- ¿Dónde vas a esta hora?

- Nehil me avisó que necesitan a una modelo en un desfile de modas en Etiler. Una modelo cogió una gripe espantosa y necesitan a alguien urgente. ¡La paga es buenísima! Y lo mejor es que si quedan satisfechos con mi trabajo, podrían salir más desfiles.

- ¡Pero mañana tienes clases temprano!

- E iré a mis clases temprano y para que te quedes tranquila, vendrán a dejarme cuando el evento termine y, además, quiero que sepas que dejé todos mis deberes hechos.

Dicho esto, Semra estampó un sonoro beso en la mejilla de su hermana mayor y bajó corriendo las escalas que Azra tan penosamente había subido hace unos pocos minutos.

Su madre le sonreía con suficiencia desde el cuarto de estar y tan pronto Azra estuvo frente a ella espetó:

- Tu hermana estaba feliz. Ella va a llegar muy lejos, es muy inteligente. No como tú.

- Buenas noches, mamá – respondió Azra y se marchó a su habitación.

- Deberías tomar su ejemplo – gritó desde la sala.

- No estoy en edad de ser modelo – contestó con ironía Azra – y tampoco tengo estatura para ello.

- Me refiero a tomar las oportunidades que te da la vida.

La redención de AzraWhere stories live. Discover now