IX Nietos para Neslihan

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Can procuraba concentrarse en las indicaciones que la organizadora del próximo desfile presentaba ante la junta directiva de esa mañana, pero lo cierto es que el tema le estaba resultando algo dificultoso. Él no servía para supervisar ese tipo de detalles y siempre confiaba a otros la supervigilancia de la organización de los desfiles de NV, aunque sin embargo le gustaba estar presente para poder opinar. El desfile de avance de temporada de la nueva línea de otoño-invierno tendría lugar a fines de junio, a la entrada del verano boreal y faltaban todavía tres semanas, pero ya estaban casi todos los detalles ultimados. Si bien sus inversiones estaban ampliamente diversificadas y la línea de ropa y muebles NV ya no representaba ni siquiera un tercio de las entradas de la Corporación Vural, no era menos cierto que el prestigio de la marca Vural se había construido sobre la base del trabajo de su padre, pero por sobre todo, de la genialidad y sofisticación de Neslihan Vural y aunque ella ya no formaba parte del staff de la compañía, quería mantener a la marca que llevaba las iniciales de su madre como un sinónimo de glamour.

La secretaria entró subrepticiamente en la junta y le habló lo más bajito que pudo:

- Señor Vural, lamento interrumpirlo, pero su madre insiste. Quiere saber si puede contar con su presencia esta tarde a las 19:30 en su casa, puesto que tiene invitados a comer. Dice que le dejó varios mensajes en su móvil, pero como no responde...

Can suspiró pesadamente. Sabía cuál era el juego de su madre. Sin embargo, no quiso poner a su secretaria en la tesitura de tener que darle explicaciones a la implacable Neslihan Vural, así que asintió y señaló que estaría en su casa a esa hora.

Una semana antes de su cumpleaños, había viajado a Estados Unidos, concretamente al Estado de California, para concretar el tema de la gestación subrogada a través de un laboratorio especializado en temas de fertilidad, que además poseía un reconocido banco de donantes. Si bien faltaban todavía varios exámenes médicos de rutina, el tema parecía ir bien encaminado, puesto que ya había dejado varias muestras de semen en el laboratorio, ya había seleccionado dos o tres óvulos "finalistas" y tenía en prospecto a dos candidatas para ser las madres subrogantes.

Por razones legales no quería que la elegida viviera en Turquía durante el embarazo, pero sabía que era factible que la mujer que cargara a su hijo o a sus hijos, accediera a vivir en una casa que él alquilara en Estados Unidos, bajo la vigilancia y control de empleados de confianza, durante todo el período de gestación. Las dos candidatas para madres subrogantes eran estudiantes universitarias necesitadas de los treinta mil dólares que recibirían a cambio de prestar su útero para cargar con el embrión que resultara entre los espermios de Can y los óvulos seleccionados.

Había llevado a cabo el proceso con absoluta discreción y, sobre todo, con absoluta prescindencia de la opinión de su madre, quien desconocía totalmente los planes de su hijo. Sin embargo, sabiendo que el momento de la fertilización se aproximaba y que ya tenía que adoptar una decisión, le había confiado su proyecto de paternidad a su madre, al día siguiente de su fiesta de cumpleaños. Por supuesto su madre se había quedado de piedra y la idea no le había gustado en absoluto. Insistía en que debía buscarse una buena mujer y casarse. Can había replicado que no estaba dispuesto a hacer ese sacrificio, que no quería perder su soltería y que tampoco quería arruinar la vida de otra mujer fingiendo un cariño que estaba muy lejos de sentir, pero Neslihan Vural no se había ganado la fama de mujer de hierro sobre la base de ceder. Había contratacado, aunque no directamente, sino que en su estilo: desde el momento en que Can le había dejado en claro que no pensaba volver a casarse, Neslihan se había sumido en una frenética e intensa vida social, la cual tenía lugar en su propia casa. Prácticamente todas las noches había invitados a cenar en su hogar, la mayoría parejas con hijas en edades entre los veintitantos y los treinta y tantos.

En las últimas dos semanas Neslihan le había presentado a tantas mujeres, que estaba absolutamente seguro de haber conocido, aunque no lograra recordar ni nombres, ni caras, a todas las mujeres entre los veinte y los casi cuarenta años que habitaban la ciudad de Estambul. Sentía verdadera lástima por su madre, que tanto había sufrido. No quería decepcionarla, ni causarle más dolor, por eso le permitía creer que consideraba a las candidatas que ella le presentaba en cada cena o en cada reunión social que organizaba en su casa, pero la verdad es que él no claudicaría en su decisión y sabía bien que una vez que Neslihan Vural tuviera en brazos al primero de sus nietos, se olvidaría de aquel asunto tan enojoso vinculado con el matrimonio.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora