Sororidad

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Hola, chicas. Sigo con la maratón de capítulos de este fin de semana. 

Como dato de este capítulo, les comento que las islas de Büyükada, Heybeliada, Burgazada y Kinaliada, entre otras, forman lo que se conoce como islas de los príncipes y constituyen un distrito de Estambul. Están cerca de la ciudad y a ellas se accede por ferry. Es muy común que las islas más grandes (que son las recién mencionadas) aparezcan en algunos capítulos de series turcas. En ellas no pueden circular vehículos motorizados y por eso es habitual ver a las personas pasear en carruajes o en bicicleta.

En este capítulo veremos como la relación entre nuestros protagonistas se sigue desarrollando y como van conociéndose un poco más.

Como siempre, muy agradecida de sus comentarios.

- Can... ¿Estas dormido? – preguntó Azra entre susurros.

El aludido salió del letargo en que la modorra lo tenía inmerso y respondió con los ojos cerrados.

- Sí, estoy profundamente dormido.

- Jajaja eres un bobo.

- Estoy dormido. ¿Por qué no me crees?

- Anda, levántate, vamos a la piscina – dijo Azra tirando de su mano.

El requerimiento de Azra terminó por despertarlo totalmente y poner todos sus sentidos en alerta, pero mantuvo los ojos cerrados para que ella no viera la expresión de pánico en sus ojos. No podía ir a la piscina del hotel con ella. Y no es que tuviera fobia a las piscinas, pero su visita al Mikla hace unos días, junto a su madre, le había dejado en claro que era muy difícil dejarse ver en público con Azra sin dar explicaciones. Seguramente se encontraría con algún conocido, ya sea en la piscina, en el restaurante o en el bar. Definitivamente la piscina estaba descartada, así como también cualquier lugar público del hotel.

- No tengo traje de baño – señaló. No había nada mejor que decir una verdad para ocultar otra.

- ¡Oh!... Yo traje el mío cuando fui a casa. Vi la piscina el día en que estuve en el bar y es muy linda.

- Ve tú.

- No quiero dejarte solo – señaló Azra apesadumbrada.

- No te aflijas, recuerda que estoy durmiendo – respondió Can todavía con los ojos cerrados.

- Jajaja no seas ridículo – añadió Azra riendo.

Can se incorporó en la cama, donde había tomado una ligera siesta.

Nada más llegar Azra, la había llevado al jacuzzi donde habían invertido un largo rato entre besos, caricias, amor y risas, hasta que sus dedos estuvieron lo suficientemente arrugados. No sabía si fue a causa de la extenuante sesión de amor o al hecho de que Azra estaba haciendo demasiada actividad física, pero lo cierto es que luego de agotados los ecos del último orgasmo compartido, ella había declarado que se moría de hambre y ante la incredulidad de Can había ordenado para almorzar un trozo de res asada y dos porciones de patatas fritas, las que había devorado en un mar de kétchup. Como era lógico, el sueño la había vencido después de la comida y Can la había acompañado en su descanso, pese a que su comida, bastante más liviana que la de ella, no le había provocado sueño.

- De verdad, ve Azra. No me molesta.

- ¿Seguro?

- Sí, segurísimo. Además, tengo trabajo pendiente – señaló Can indicando con un gesto su notebook abierto.

La redención de AzraWhere stories live. Discover now