El sueño americano

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Holaaaa acá les traigo un nuevo capítulo breve, así que espero dejar otro durante el día. La nueva situación trae consecuencias en la estabilidad de la relación. A veces la expresión física del cariño permite soslayar la carencia de un proyecto en conjunto.

Como es habitual, agradezco su interacción.


Luego de la cena, que transcurrió sin contratiempos y durante la cual sólo hablaron trivialidades, Azra manifestó estar muy cansada, por lo que se acostó y cerró los ojos. Si bien estaba físicamente exhausta, lo cierto es que la noticia de la inminente paternidad de Can le había provocado tal cúmulo de emociones, ninguna de ellas precisamente agradables, que sabía que invocar a Morfeo sería todo un desafío.

Por eso, cuando Can se acostó a su lado, después de un rato, ella procuró mantener los ojos cerrados y respirar con naturalidad, para que él la creyera dormida. Sabía que Can se daba cuenta que la noticia la había afectado, pero no quería volver a tocar el tema. ¿Para qué, si ya no tenía ningún remedio? Él sería padre en 8 meses más y ella, a esas alturas, tal vez ni siquiera formaría ya parte de su vida. ¿Después de todo cuánto tiempo se tardaría él en aburrirse del "trato" que tenían? Irónicamente, el fingir que dormía actuó como somnífero, porque después de un tiempo prudente, se durmió efectivamente.

Can procuraba concentrarse en la lectura, pero no lo lograba. Si bien ninguno de ellos volvió a mencionar el tema de los niños durante la cena, Azra había asimilado la noticia como un golpe hacia ella, aunque no era esa la intención que él había tenido. Había compartido la noticia con ella porque estaba genuinamente alegre porque el proyecto estuviera funcionando. Lo cierto es que Azra tenía razón, en el sentido que él no estaba especialmente entusiasmado por la idea de ser padre, en realidad no estaba nada entusiasmado y tal vez por eso no lograba familiarizarse con su nueva situación, pero en esos momentos experimentaba la genuina alegría de aquel que acomete una empresa difícil y logra sacarla adelante.

Cuando ella se había excusado al final de la cena diciendo que tenía mucho sueño, él le había dado su espacio. Por experiencia propia sabía que había momentos en que la soledad era la mejor compañía para una persona. Sobre todo, cuando uno quería pensar. Sólo esperaba que después de un tiempo ella madurara la idea y dejara de darle tanta importancia. No quería que la buena nueva arruinara el trato que tenían, ya que por primera vez en mucho tiempo se podía decir que estaba casi totalmente satisfecho con todos los ámbitos de su vida. Tenía éxito comercial, tenía amigos, su familia crecería y ahora mismo descansaba junto a la mujer que irónicamente le estaba quitando el sueño desde hace casi ocho años. La única sombra que se cernía sobre su futuro era precisamente esa, que no sabía cuánto duraría el trato que tenían. Por momentos le parecía que Azra era feliz así y tal vez eso permitiría que su "relación" o lo que fuera que tuvieran, se extendiera por mucho tiempo, el suficiente para que él, por fin, se hastiara de ella. El problema radicaba en que, a casi dos semanas de iniciado el trato, él no estaba ni un poquito cansado de ella, sino que, todo lo contrario, estaba cada día más fascinado y enganchado.

Sabiendo que no habría forma de concentrarse en la lectura, dejó el libro a un lado, apagó la luz y se recostó sobre la almohada con las manos cruzadas en la nuca, mirando el techo.

En algún momento debió dormirse, porque de pronto el sueño de Azra se tornó inquieto. Adormilado se giró hacia ella y la movió despacito, esperando que, si cambiaba de posición en la cama, dejara de tener la pesadilla que parecía estar soñando en ese momento, pero en vez de eso, Azra se despertó de golpe, respirando agitadamente.

- ¿Tenías una pesadilla?

- No lo recuerdo – respondió Azra llevándose las manos a la cara.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora