Un nuevo propósito en la vida

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Cuando ya has decidido lo que quieres hacer para el resto de tu vida, no vale la pena seguir esperando. ¿Cierto?

Me encantan sus comentarios, es lo que más espero después de cada publicación 


Era viernes. El primer viernes del resto de su vida y el último viernes de octubre. Ya había llegado a los cuarenta años, así que muy posiblemente ya hubiera malgastado la mitad de su vida y no quería por nada del mundo, desperdiciar la otra mitad.

Tan pronto llegó a su oficina en la mañana le pidió a Gülsum el número de Azra, ya que él, neciamente, había eliminado el contacto de su móvil cuando ella le había pedido que la dejara. Su secretaria le había compartido el contacto extrañada. Seguramente no entendía porque su jefe le pedía a ella el número de su examante, pero Can no había dado ninguna explicación.

Marcó el número de Azra y tal como suponía, el sonido le indicó que estaba bloqueado. Lejos de molestarse, la había comprendido. Sabiendo que él sólo podría considerarla una aventura, la joven estaba haciendo todo lo posible por sacarlo de su vida y no sucumbir. Pensó en llamar desde el móvil de la propia Gülsum o desde uno de los teléfonos de la compañía, pero desechó de inmediato esa idea. Lo que tenían que hablar era demasiado importante para decirse por teléfono. Iré a mediodía a su trabajo, pensó tranquilizándose. Azra escucharía lo que tenía que decirle, aunque fuese lo último que hiciera en su vida. Si aun así lo quería fuera de su vida, pues entonces ya estaría todo dicho, pero no pensaba rendirse sin dar una última y genuina batalla.

Cuando su secretaria pasó a avisarle que iba a almorzar, Can se percató que la mañana ya se había ido.

- Gülsum, saldré un momento. Voy a Tarlabaşı. Puede que me demore un poco más de lo presupuestado y que cuando vuelva usted ya haya terminado su labor, así que no es necesario que me espere.

- Muy bien. De todos modos, no tiene reuniones programadas para hoy en la tarde, señor Vural.

- Perfecto. Entonces, si no la veo cuando vuelva, espero que tenga un buen fin de semana.

- ¡Muchas gracias! Usted también, señor Vural.

Había salido de su oficina cuando su móvil sonó: era Azra. ¡Vaya coincidencias pensó!

- Hola Azra – saludó lleno de entusiasmo.

- Hola Can – se escuchó la voz seria de ella al otro lado del teléfono.

- No me vas a creer, pero iba a verte ahora.

- ¿A verme? – preguntó algo confundida.

- Sí, tenemos que hablar. Esta vez es en serio. No hay trato que quiera ofrecerte, ni nada de eso. Esta vez es real. Tengo que hablar contigo, he estado viendo a una psicoanalista y...

- Yo también tengo que hablar contigo – lo había interrumpido ella.

La seriedad de su tono lo sorprendió, pero no amilanó su entusiasmo. ¡Ella también quería verlo! Eso sólo significaba una cosa y es que ella también lo quería.

- Perfecto. Voy para allá en este minuto.

- No, por favor. Debemos hablar con calma. No aquí, en la escuela.

- Te invito a almorzar.

- Necesitamos más tiempo.

- ¿Qué propones?

- Hablemos mañana, que es sábado.

- Me parece bien. ¿Dónde?

- Si quieres voy a tu departamento... Digo, para que no nos vean...

- Azra, reunámonos en el lugar en el que te sientas más cómoda. Da igual donde sea – la interrumpió Can para evidenciar su cambio de actitud. Ya no la obligaría a esconderse y quería dejárselo en claro desde ahora.

- Entonces nos podemos encontrar en la costanera de Mármara, si no te parece mal...

- Me parece perfecto. ¿A qué hora?

- Temprano. ¿Te apetece a las nueve?

- Me harás madrugar un sábado – respondió Can procurando hacer una broma.

- Entonces a las diez.

- No, no... Era una broma. A las nueve está bien.

- Entonces nos vemos allá.

- ¿Está todo bien? – preguntó intrigado por el tono de voz y por la extraña coincidencia.

- Sí, está todo bien. Hasta mañana.

- Hasta mañana.

Y había cortado. Se detuvo en la calle. No quería volver a la oficina, así que recordando que hace un mes había sido su cumpleaños, empleó el tiempo en buscarle un regalo.

Azra se había quedado meditabunda en el comedor. Las palabras del director Yilmaz hace unos días le habían abierto los ojos con respecto a Can. ¿Qué ganaba con seguirle ocultando su estado al papá de sus hijos? ¿Qué tenía que perder si él la rechazaba, si después de todo ya vivía sin su amor? Lo que no se esperaba era la entusiasta respuesta de Can. Parecía genuinamente alegre de oírla. Y lo que menos se esperaba todavía es que él fuera en ese momento a verla. La vida tenía muchas coincidencias, pero ciertamente esa se llevaba el premio. De pronto un súbito envión anímico la invadió: ¡Tal vez él ya sabía la verdad y por eso estaba feliz y quería verla! Rápidamente le envió un mensaje a su hermana, quien había estado muy insistente con el tema de Can en la última semana. Quizás ella le había contado la verdad, cansada de las evasivas y largas que Azra daba como pretexto cada vez que el tema salía a la palestra. Se llevaría una buena reprimenda si así era, pero Semra le respondió muy claramente que ella no le había dicho ni media palabra a Can, pese a que Azra le insistió y le comentó la extraña coincidencia que habían tenido recién. Pero Semra reiteró que ni siquiera tenía el número de Can, ni se le había ocurrido hablar con él todavía, pero que no había descartado hacerlo en el futuro si Azra no se decidía.

- De todos modos, hermanita, celebro que por fin vayas a decirle la verdad. Merece saberlo. Debió ser el primero en enterarse... Bueno, el primero después de mí, pero ya hasta tu jefe lo sabe y él, que es el padre, no tiene idea – decía el último mensaje de su hermana.

Las palabras de Semra la hicieron reflexionar. Tal vez el señor Yilmaz había hablado con Can, pero rápidamente descartó esa idea. El señor Yilmaz era demasiado respetuoso para meterse así en su vida.

El sonido de la alarma paraentrar a clases la sacó de sus cavilaciones. No valía la pena darle tantasvueltas al asunto. Mañana, a esta misma hora, su suerte y la de sus pequeños,ya estaría echada.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora