Una llamada muy importante

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Holaaaaaa... Acá un nuevo capítulo. Definitivamente el cuento de hadas comienza a tener ciertas grietas. La confianza es como el coco de una palmera: demora en crecer y cae en un momento. Como es habitual, me encanta leer sus comentarios.


Con su madre, su hermana y Can fuera de la ciudad, el fin de semana fue un largo período de ocio para Azra, quien lo invirtió como solía hacerlo antes: paseando sin rumbo fijo por las calles de Estambul o leyendo. También aprovechó de tener una larga charla a través de videollamada con su amiga Melis.

Cuando volvió de las clases de pilates el lunes por la noche, Can la estaba esperando.

- ¡Llegaste! – exclamó arrojándose en sus brazos – Pensé que no vendrías hasta mañana.

- Aproveché de escabullirme porque mi madre tenía una cita para ir a la ópera. No me quiso dar explicaciones, no sé si porque tiene un pretendiente nuevo o porque sigue enojada conmigo, pero espero que sea lo primero – dijo él enterrando su cara en el cuello de Azra.

- ¿Enojada contigo?

- Es una larga historia, discutimos fuertemente cuando llegamos a Büyükada y desde ahí que está un tanto distante.

- ¿Es grave? – preguntó preocupada – No me habías contado nada.

- Naaaa... Sólo son locuras de mi madre. No te preocupes, ya se le pasará. Y si no se le pasa, espero que encuentre un galán que la lleve de viaje a Siberia.

- ¡Como puedes decir eso! – exclamó Azra espantada.

- De verdad que mi madre puede agotar la paciencia del Dalai Lama.

- No digamos que tú eres precisamente el Dalai Lama – suspiró Azra mientras Can seguía hurgando con su cara en su cuello y en su lóbulo.

- A veces me dan ganas de esconderme en un templo budista, así que es posible que sí sea una reencarnación del Dalai Lama.

Azra comenzó a reír con las ideas de Can, así que extendió los brazos para alejarlo de ella.

- Por cierto, tú y yo tenemos que hablar – le espetó – No puedo aceptar el móvil que me trajo Gülsum.

- ¿No te gusta? – preguntó Can fingiendo inocencia.

- No es eso... ¿Cómo crees? Pero es muy caro, no puedo aceptarlo.

- ¿Y te quedarás sin móvil?

- Me compraré uno más barato – señaló con soltura.

- ¿Y mientras tanto?

- Mientras tanto viviré como lo hacía la gente en décadas pasadas: sin móvil.

- ¡Por ningún motivo! – exclamó Can.

- Can, no puedes influir en mis decisiones.

- ¡Pero nadie puede vivir sin móvil hoy en día!

- Can, tú no me mandas y si me mandas, no te hago caso – dijo ella con fingida dulzura.

- Está claro que nunca me haces caso. Mira, hagamos un trato – propuso conciliador.

- ¿A ver?

- Puedes usarlo mientras te compres otro.

Azra dudó. Ni siquiera sabía cuánto costaba un móvil nuevo. El suyo ya tenía varios años. Como no le instalaba muchas aplicaciones adicionales, el noble aparato aún cumplía con su objetivo o al menos lo hacía hasta que se lo arrebataron de las manos hacía tres días.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora