Me haces tanto bien

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Desde el momento en que Can comenzó a trazar pequeños círculos con su dedo índice sobre su rodilla, Azra olvidó totalmente lo que iba a decir. El calor que emanaba de ese dedo sobre la piel desnuda de su rodilla se transformó en una corriente de calor que se extendió por todo su cuerpo hasta alcanzar sus puntos más recónditos.

- ¿Qué decías, Azra?

Pero ella no sólo no pudo contestar, sino que tampoco pudo recordar qué era lo que iba a decir.

Después de un comienzo un tanto extraño, la cena había transcurrido con relativa fluidez, sobre todo porque habían charlado de un montón de temas. Así, mientras Azra le había hablado de sus quebraderos de cabeza con respecto a su hermana Semra y había profundizado en su trabajo en la escuela, Can le había hablado de los proyectos de energías renovables que su empresa llevaba a cabo, algunos de los cuales le parecieron a Azra realmente asombrosos, como aquel que consistía en bombear agua de mar con energía solar y luego descargarla durante la noche haciendo mover una turbina.

Sorprendentemente habían logrado evitar todos los temas complejos con una facilidad pasmosa. Eso significaba que no habían vuelto a mencionar su pasado en común, ni tampoco habían hablado sobre Neslihan Vural, ni de Kerem, ni mucho menos, de su hermana Şebnem.

Can era un tipo experimentado y ameno, por lo que charlar con él era una experiencia grata. Azra se había recreado escuchándolo, mientras observaba sus varoniles facciones. Tal vez había sido un poquito obvia al mirarlo con tanta atención, pero sentía verdadera fascinación por el brillo de sus ojos oscuros cuando hablaba de los desafíos que representaba la búsqueda y desarrollo de mecanismos más amigables con el medio ambiente para producir energía, así como también había sentido que se deshacía cuando lo veía sonreír mientras la escuchaba comentar los locuras de Semra.

Luego de la cena habían pasado a sentarse a un cómodo sofá de tres cuerpos, cada uno en un extremo y habían degustado el exquisito café de la máquina que había en un extremo del bar de la suite.

Azra se había ido relajando paulatinamente. Si bien los motivos de la invitación de Can no le habían convencido del todo, al menos se estaba pasando un buen rato junto a él. ¿De qué valía cuestionarse tanto todo si no se permitía siquiera un momento de tranquilidad para disfrutar el presente? Puede que él no la amara más, que la hubiera olvidado y que ahora sólo charlaran como viejos conocidos, pero de todos modos le parecía increíble estar hablando con una persona que había significado tanto en su vida... O más bien, que significaba todavía tanto en su vida.

Sin embargo, todo el relajo y distensión se habían ido al garete cuando Can se había acercado lentamente a ella y había comenzado a trazar lánguidos círculos sobre su rodilla flectada. ¿Podía ser cierto que el deseo que creyó vislumbrar durante la cena fuera real y no una mera ilusión óptica propia de su estado de necesidad emocional?

- Olvidé lo que iba a decir – señaló Azra mirando fijamente el dedo de Can sobre su rodilla.

- Me contabas sobre Melis – respondió Can, sin dejar de hacer aquello que la estaba enloqueciendo mientras la miraba fijamente, como si el dedo que trazaba esos eróticos círculos sobre su rodilla no le perteneciera.

- ¡Ah cierto! Melis... Ella... Ella... - suspiró Azra.

- ¿Ella? – continuó Can.

- Ella está viviendo en Bélgica – pudo por fin decir Azra.

- ¿Bélgica?

- Sí, conoció a un belga que estuvo trabajando en Estambul, se enamoraron, se casaron y se fueron a vivir a Bruselas – habló atropelladamente, como si tuviera que expulsar esas palabras antes de olvidarlas.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora