Fantasmas del pasado

84 6 2
                                    

- ¿Kerem? ¿Eres tú?

- Hola Azra – la saludó Kerem sonriendo.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó sorprendida – Pensé que estabas viviendo en Esmirna.

- Y sigo viviendo allá. Sólo vine a hacer unos trámites a Estambul. Recuerda que tengo que venir a firmar cada seis meses – respondió un tanto avergonzado.

- ¡Oh cierto! – señaló Azra – Lo había olvidado, lo siento.

- Quise pasar a verte.

- Mi madre está arriba – contestó Azra un tanto contrariada.

- ¡No! Olvídalo, no pensaba pasar por tu casa, pero te invito a un café, si no estás muy cansada – señaló.

- ¡Claro! ¿Cómo supiste dónde encontrarme?

- Firat me dijo que trabajabas hasta tarde dando clases en un gimnasio que estaba al lado del edificio en el que vivías.

- Ah Firat. Siempre me lo encuentro, pero no hemos charlado. ¿Está bien?

- Sí, está bien. Hace unos meses obtuvo una nueva promoción. En cualquier momento llega a ser jefe de la policía en Estambul y no nos daremos ni cuenta.

Caminaron hacia un café cercano mientras charlaban. Para cualquiera que conociera su historia sería raro verlos hablar y de hecho no se habían visto muchas veces en esos 7 años, pero Azra había sido de las pocas personas que había visitado a Kerem mientras estuvo en la cárcel. Aunque no lo hacía con frecuencia. En parte se sentía responsable de su desgracia y ya no le guardaba ningún tipo de rencor por todo el daño que se habían hecho mutuamente. La muerte de Şebnem los había impactado profundamente y ese violento hecho había logrado que ellos realizaran el necesario proceso de introspección y autocrítica. Ni siquiera la pérdida del bebé que alguna vez concibieron los había sacudido y despertado de la misma forma. Habían hablado del tema en las ocasiones en que Azra lo visitó en la cárcel y ambos, luego del profundo dolor experimentado, habían sido capaces de reconocer el papel fundamental que desempeñaron en la tragedia que los azoló, así como también de comprender que parte importante de su propio sufrimiento tuvo que ver más con sus propias acciones, antes que con las acciones del otro.

- ¿Cómo está tu madre? – preguntó Azra.

- Bien, ya está más tranquila. Hemos pasado momentos difíciles, pero desde hace unos meses logré encontrar un trabajo estable y eso nos ha permitido salir adelante.

- Es genial. ¿Siguen viviendo con tu tía?

- Sí. ¿Y tú? Veo que sigues trabajando de sol a sol.

- Es lo que nos queda a los pobres – respondió Azra mientras se reía.

- ¿Y Semra?

- Se supone que le queda un año y medio, más el internado. Pero sigue igual que siempre.

- ¿Sigue tan vanidosa?

- ¡Uf, ni te imaginas! Todavía no sé cómo logré que siguiera estudiando. Está enamorada de la ropa y los lugares de moda.

- ¿Y tu madre?

- Pues, igual que siempre. ¿Pero qué le vamos a hacer? Tal vez Semra le dé las satisfacciones que yo no pude darle como hija.

- Eres una muy buena hija Azra. Eso nadie lo podría desconocer – señaló Kerem.

- Más por necesidad que por gusto, la verdad.

La redención de AzraWhere stories live. Discover now