Fragilidad

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A veces aquello que damos por descontado es más efímero de lo que creemos.


- ¿Estás segura que llevas todo?

- Sí. Revisé varias veces todo. Además, mis maletas ya fueron embarcadas, así que, si olvidé algo, no tengo como enterarme.

- ¿Por qué no quieres que Sarp te espere en el aeropuerto?

- No es necesario, de verdad. Tomaré un taxi o un bus de acercamiento.

- Es más seguro si vas con Sarp.

- Te pareces a mi madre – señaló Azra en tono jocoso – Se supone que la que tiene temor de viajar sola soy yo, pero el que está ansioso eres tú.

- Recuerda enviarme un mensaje apenas estés en Estambul. ¿Entendido? – replicó Can haciendo caso omiso a las risas de Azra.

- ¡Está bien! Prometo enviarte un reporte de cada uno de mis avances para aliviar su preocupación, Sr. Ansioso.

- Tienes razón, estoy un poco ansioso. Debe ser que odio pensar que mis vacaciones se terminan.

- ¡Pero si eres el jefe! Te puedes tomar vacaciones cuando quieras.

- Azra, el jefe es quien menos vacaciones tiene – dijo Can suspirando.

- Bueno, pero no te puedes quejar, pasamos diez días maravillosos. Jamás me imaginé conocer lugares tan lindos y distintos a Estambul junto a ti.

Can quería seguir a su lado, pero en ese momento anunciaron el vuelo de Azra, así que tuvieron que despedirse, para que ella pasara por policía internacional antes de abordar su vuelo.

Con nostalgia la vio avanzar por la puerta de vidrio y luego entregarle su pasaporte al oficial civil encargado de chequear las salidas. El hombre ya entrado en años le sonrió excesivamente a juicio de Can, pero entonces Azra se había devuelto hacia Can para hacerle el último gesto de adiós y le había tirado un beso. Él había sonreído. Pasaría quince largas horas sin saber de ella.

Podría haber vuelto con ella, pero no quería que llegaran juntos a Estambul. En pleno período estival, el aeropuerto de la gran ciudad era un hervidero de ciudadanos y muy probablemente se toparía con algún conocido, así que no le había quedado más remedio que programar una visita a Melany en California, pese a que en realidad no sentía ningún interés especial en hacerlo. La idea de ser padre le continuaba pareciendo tan lejana y sobre todo ajena.




El día era gris y las nubes amenazaban con dejar caer una tormenta de aquellas. No corría una gota de viento y el ambiente estaba espeso, cargado de una extraña electricidad. Can se acercó a las mujeres que lloraban abrazadas, vestidas totalmente de negro. Reconoció a Semra, quien lo miró presa de la ira y le había gritado fuera de sí: ¡Es tu culpa! ¡Es tu culpa! Can había tratado de negarlo, pero se sentía culpable. Quiso justificarse, pero entonces había visto el féretro. Azra lucía tan pálida, como plácida. No parecía muerta, si no dormida, pero él sabía que estaba muerta. La había perdido. Justo ahora que la certeza de su amor lo había golpeado con la claridad de un relámpago, ella había partido. "¿Por qué te la llevaste? Dímelo" le espetaba Semra mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Can quiso gritar, quiso decirle que no era su culpa, quiso explicar que él la amaba. Entonces despertó inquieto y sudoroso. Le costó varios segundos darse cuenta que todo había sido un espantoso sueño y le costó varios segundos más darse cuenta de donde estaba. Los hoteles al final terminaban siendo todos parecidos. Cuando por fin recordó que estaba en un hotel cercano a la casa que ocupaba Melany, en Los Ángeles, California, respiró aliviado, sin embargo, la pesadilla que había tenido proyectó una sombra de inquietud sobre él.

La redención de AzraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora