Resaca

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Holaaaaaa... ¿Qué pasará después de la bronca que tuvieron? No sé qué opinen ustedes, pero siento que Can fue un tanto injusto con Azra. Ella no tiene culpa de lo que ocurrió con los pequeños que venían por gestación subrogada y es posible que este incidente le haga darse cuenta que no tiene nada que hacer con él.


Un confuso sueño la despertó en medio de la noche. No recordaba bien qué era lo que había soñado, pero lo que sí tuvo claro es que necesitaba ir de prisa al baño porque unas intensas náuseas le dejaron en claro que el vómito estaba muy cerca de salir.

Los escasos restos de la cena, que apenas había picoteado mientras procuraba matar la pena con el caro espumante solicitado por Can, fueron a dar al retrete. La intensidad del espasmo le pareció espantosa y sentía que la cabeza le iba a explotar. Cuando terminó, se dejó caer en el baño, apoyando la espalda contra la pared. Juntando fuerzas de flaqueza, se puso de pie, se lavó la cara y la boca, para luego mirar su espantoso reflejo en el espejo. Tenía ojeras y estaba palidísima, pero lo peor es que se sentía fatal.

El ligero sosiego que el alcohol le había proporcionado a su atribulado espíritu por un par de horas se había esfumado y ahora su sensación corporal coincidía plenamente con la angustia que oprimía su pecho.

Volvió a la habitación y miró la hora en el móvil que Can había insistido que aceptara. Eran recién las doce de la noche, pero Can había salido hace dos horas y ella no tenía todavía ningún mensaje suyo. Estuvo acostada media hora cuando un nuevo espasmo la hizo correr nuevamente al baño. El regusto del espumante le pareció asqueroso y en medio del vómito juró que jamás en su vida volvería a probar espumante alguno.

Finalmente, se acurrucó en la cama rogando porque Can volviera a ella, pero al otro día despertó temprano, curiosamente sin dolor de cabeza, pero sin Can y sin mensajes en su móvil.

Sus vacaciones escolares todavía se extenderían por dos semanas más, por lo que sólo había retornado a su trabajo impartiendo clases de tenis y clases de pilates. Eso le dejaba un margen de tiempo demasiado extenso para pensar y lo que menos quería hacer en ese momento era mortificarse con sus elucubraciones. Sabía que, si se quedaba esperando a Can, sola en el hotel, se volvería loca pensando, así que, pese a que todavía sentía el estómago inestable, se calzó su ropa deportiva y salió a trotar por la orilla del Bósforo.

Cuando retornó del trote ya eran las diez de la mañana y Can continuaba sin responder a sus mensajes, así que hizo lo único que podía hacer: llamar a su secretaria para ver si había ido a trabajar. Estaba claro que no quería verla, ni oírla, pero al menos necesitaba saber que estaba bien para quedarse tranquila.

- ¿Quiere que le entregue algún mensaje? – preguntó la amable Gülsum ajena a la tormenta que tenía Azra en su mente cuando le confirmó que Can había llegado a trabajar muy temprano ese día.

- No, muchas gracias – respondió Azra esquiva.

- ¿Tiene problemas con su móvil? – preguntó la entusiasta secretaria.

- No. ¿Por qué lo pregunta?

- Es que asumí que no ha podido comunicarse directamente con el señor Vural – titubeó Gülsum pensando que tal vez había metido la pata.

- Gülsum – vaciló Azra – No sé si hago lo correcto al decirle esto, pero... ¿Usted estaba al tanto del proyecto de Los Ángeles?

- ¿Se refiere a...? - Gülsum no supo cómo referirse a la gestación subrogada que su jefe había contratado en California y tampoco quería dar demasiada información, puesto que ignoraba si su jefe había compartido dicha noticia con la señorita Azra.

La redención de AzraWhere stories live. Discover now