¿Y hoy, por qué no?

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Mientras caminaba de vuelta a la escuela, de la que había salido hace tan sólo algunos minutos atrás, oía sirenas de alarma por toda su cabeza. ¿Es que acaso se había vuelto loco? ¿Había perdido cualquier ápice de cordura? Pese a sus propios pensamientos, sus piernas lo llevaron rápidamente hacia el amplio patio de cemento en que la actividad ya estaba terminando. La música había cesado y sólo quedaban pequeños grupos de personas agotando las últimas conversaciones, esas que están salpicadas de despedidas, de forma tal que los adioses resultan más largos que las propias charlas. La vio en el centro del patio juntando la vajilla sucia en una enorme bandeja, mientras algunas personas le ayudaban llevando las sillas y las mesas vacías hacia dentro del edificio para desocupar el patio.

Nadie pareció reparar en él y eso le dio una ventaja, puesto que ni la propia Azra se había percatado de su presencia.

¿Por qué estaba ahí, de pie, observándola en vez de poner pies en polvorosa y arrancar de su influencia cuanto antes? Pero no había caso. Era superior a su resistencia. Azra era una estrella y él un triste planeta que orbitaba a su alrededor. La atracción que ejercía sobre él era inversamente proporcional a su menuda figura. Siempre había sido así. Había sido así antes y era igual ahora, pese a que ella estaba ausente en sus asuntos. Incluso verla ordenar la estúpida vajilla en una bandeja le parecía una fuente inagotable de placer. Observar sus movimientos, sus gestos, todo le parecía un acto de belleza indescifrable. Definitivamente había perdido sus cabales.

Se acercó lentamente, mientras ella limpiaba y dijo su nombre:

- Azra

Ella se sobresaltó, tal como lo había hecho hacía una hora atrás, cuando él había irrumpido mientras ella charlaba con Miran o más bien oía a Miran.

- ¿Can? Digo, señor Vural. ¿Necesita algo? – preguntó Azra algo confusa por su presencia y por el hecho de que no la haya llamado "maestra Özak".

Quiso decirle que la necesitaba a ella. Que la necesitaba desesperadamente, pero el pudor y el instinto de supervivencia pudieron más, así que se limitó a preguntar:

- ¿Te falta mucho para terminar?

Azra lo miró con los ojos muy abiertos, como si no se creyera la pregunta que él le acababa de formular, porque de verdad le parecía que era una broma.

- Debo dejar todo ordenado y más o menos presentable – señaló algo titubeante.

- ¿Cuánto tiempo es eso? – inquirió Can.

- Pues... No estoy segura, pero no creo que sea más de una hora – señaló.

Can miró su reloj. Eran las seis de la tarde.

- ¿Cenarías conmigo?

- ¿Qué?

- ¿Qué si cenarías conmigo? – repitió Can un tanto molesto.

Azra miró a todos lados. ¿No estaría soñando? Luego volvió a mirarlo y ahora tuteándolo señaló:

- Te oí perfecto. Pero no entiendo. ¿Es una broma? – replicó Azra ahora sí totalmente perpleja.

- ¿Te parece que estoy bromeando?

- La verdad no sé qué pensar. ¿Por qué querrías cenar conmigo si es evidente que mi presencia te molesta? – preguntó Azra cada vez más convencida que Can le estaba haciendo una broma de muy mal gusto.

La redención de AzraWhere stories live. Discover now