Desfase horario

68 6 1
                                    

El viaje a California había resultado todo un éxito. Benditos fueran la libertad económica y el liberalismo que le permitirían ser padre en 9 meses más, si es que todo salía bien, sin pasar por la "incomodidad" de buscarse una madre para sus hijos o, peor aún, una esposa.

El implante embrionario en la gestante subrogante se había realizado hace unos días y ahora sólo quedaba esperar un par de semanas para hacer la prueba de embarazo y los exámenes de rigor que confirmaran que el trasplante había sido un éxito.

La subrogante ya estaba instalada en una cómoda casa que él había alquilado, donde era atendida por una persona para la limpieza y una enfermera las 24 horas del día. Todos los contratos habían sido suscritos y ahora sólo le quedaba pensar en nombres para un varón y para una chica.

No hallaba la hora de que el embarazo fuera confirmado y que transcurrieran los meses para poder darle la noticia a su madre y evitar que siguiera incordiándolo con el tema del matrimonio.

- ¿Qué tal el viaje, señor Vural? – preguntó su chofer.

- Bastante bien. Mejor incluso de lo que había presupuestado – respondió Can satisfecho mientras cerraba los ojos y recostaba la cabeza en el asiento.

- Espero que no esté muy cansado, señor.

- Justamente estoy muy cansado, Sarp. La diferencia horaria con California es de 10 horas y para participar en las reuniones a distancia tuve que trasnochar muchos días. Ya no estoy en edad de mantener este ritmo – agregó.

- Entonces me temo que no le tengo buenas noticias.

- ¿Y eso?

- Es su madre.

- ¿Qué pasa con mi madre ahora? – preguntó Can exhalando un suspiro.

- Tiene visitas.

- ¡Carajos!

- Puede decir que está muy cansado y pasar directo a dormir, señor.

- ¿Y tú crees que mi madre me lo permitirá?

- Mientras Ud. estuvo ausente, casi no recibió visitas – añadió Sarp.

- Me lo imaginaba – respondió Can riendo – Mi madre no tiene interés en hacer vida social; tiene interés en hallarme esposa.

- ¿Y por qué no le hace caso, señor?

- ¿Casarme? No gracias. El matrimonio y yo no estamos hechos el uno para el otro.

- ¿No se anima a intentarlo otra vez, señor?

- No, con dos veces es suficiente. Hay que aprender de los errores propios.

- ¿Dos veces? – preguntó Sarp haciéndose el despistado, pues sabía muy bien que su jefe se había casado antes con la tal Azra Özak, pero estaba obligado a fingir que no sabía esa parte de la historia.

- Sí, dos veces – contestó Can con un dejo de nostalgia en la voz que no pasó desapercibido para Sarp.

- Lo siento, señor, no lo sabía – mintió Sarp.

- No te disculpes. No tenías como saberlo. Cuando me casé por primera vez tú no trabajabas para mí.

Sarp se moría de curiosidad por preguntar el motivo de la ruptura, pero sabía que eso sería una imprudencia, así que en vez de eso agregó:

La redención de AzraKde žijí příběhy. Začni objevovat