Una estrategia fallida

65 7 6
                                    

Holaaaaa...  Acá otra vez.  Parece que alguien quiere dar una última batalla, atacando con toda la caballería por delante. ¿Resultará?  No olvidemos que ahora hay alguien más importante para Azra. Como siempre, feliz con sus comentarios.


Habían pasado dos semanas y dos días desde que Azra había abandonado la habitación de hotel que ocupaba dejándolo perplejo. Con dificultad se había serenado evitando correr tras ella de un modo poco digno y con mucha dificultad, también, había tomado la decisión de darle su espacio para que tuviera tiempo de extrañarlo. Para no pensar en ella y para evitar caer en la tentación de ir corriendo a rogarle que reconsiderara la absurda decisión de abandonarlo, se había sumido en un ritmo frenético de trabajo y había iniciado nuevos proyectos empresariales, además de evaluar y supervisar minuciosamente aquellos que se encontraban en ejecución. Era consciente que sus pobres empleados habían sudado la gota gorda para seguirle el ritmo en las últimas dos semanas. Pero no podía continuar de este modo. El momento de pasar a la segunda fase del plan había llegado. Azra ya había tenido tiempo de extrañarlo y seguramente se encontraba vulnerable por la nostalgia. Era el momento exacto para recordarle aquello a lo que había renunciado.

Eran más de las nueve de la noche y sabía que Azra a esa hora ya estaba en su casa porque su jornada laboral había concluido, así que tomó su móvil y le escribió un mensaje:

- Hola. Necesito que hablemos. ¿Nos podemos ver?

Vaciló antes de enviarlo porque temía traslucir desesperación. Después de unos segundos de pensarlo mejor, cambió la redacción:

- Hola. Necesito hablar contigo. Veámonos.

¿No sería demasiado perentorio? Por experiencia sabía que Azra reaccionaba a la defensiva cuando era presionada, así que fue por un tercer intento:

- Hola. Quisiera hablar contigo. Veámonos. ¿Te parece?

No lo dejó del todo satisfecho, pero la ansiedad pudo más y envió el mensaje de una vez. No había forma perfecta de abordarla, ni forma que le asegurara el éxito.

Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando el mensaje no recibió confirmación de recepción. ¿Estaría sin señal? Lo dudaba. ¿Lo habría bloqueado? La sola idea lo llenó de indignación e incredulidad. ¿De verdad había sido capaz de bloquearlo?

Suspiró y llegó a la conclusión que lo mejor era salir de dudas de inmediato, así que marcó directamente su número. El sonido le confirmó sus sospechas: Azra había bloqueado su número. El furor hizo mella en su estado de ánimo.

Una hora después sentía los brazos acalambrados por haber nadado casi cincuenta minutos, pese a que ya era entrada la noche. Se conocía lo suficiente como para saber que pagaría su mal humor con su madre o con alguno de sus empleados, así que había preferido apaciguar la ira mediante el ejercicio. Sin embargo, casi una hora nadando no le habían devuelto ni la calma, ni habían bajado su nivel de furia. ¡Lo había bloqueado! Eso significaba que no sólo asumió que él iría a rogarle, cosa en la que probablemente tenía razón pensó, sino que además se negaba en redondo a oír sus palabras. ¡Lo quería fuera de su vida de verdad!

Recordó que el señor Yilmaz lo había convidado para visitar las nuevas instalaciones de la escuela y además le había hablado de una inauguración. Pese al furor que lo inundaba, pensó sus próximos pasos con calma. El arrebato no lo llevaría a ninguna parte. No estaba interesado en asistir a ninguna inauguración. Sinceramente le daba pudor el exceso de agradecimiento por parte del señor Yilmaz, del resto de profesores y padres. Sentía que era algo que no merecía. Después de todo, si no fuera por su absurda obsesión por Azra ni siquiera se habría enterado de todas las necesidades que aquejaban a la pobre escuela. Y tampoco había hecho tanto, en su opinión, si no que tan sólo habían acondicionado y techado el gimnasio, agrandado el comedor e instalado una nueva área de servicios de cocina. No era para tratarlo como si fuera un santo. No, definitivamente la inauguración estaba descartada, además que el señor Yilmaz advertiría a todos de su presencia. Lo que necesitaba era el factor sorpresa para que Azra no estuviera preparada. Necesitaba verla. Necesitaba saber la verdad.

La redención de AzraWhere stories live. Discover now