Todas esas pequeñas cosas

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Holaaaa... acá les dejo un nuevo capítulo. Como siempre, agradezco mucho sus comentarios. Es interesante ver lo que opinan de las acciones y pensamientos de los personajes. Eso me permite ver si los sentimientos y las decisiones se perciben como coherentes o al menos entendibles. Azra parece estar llena de una felicidad recién descubierta, propia del período de las ilusiones. El exceso de oxitocina la tiene por las nubes. ¿Será que se caerá o seguirá volando?

Todas esas pequeñas intimidades propias de las parejas siempre le habían parecido un tanto incómodas, pero oír el ruido del agua mientras Azra tomaba una ducha o el sonido que hacía al lavarse los dientes, le pareció tan reconfortante, que ni siquiera quería abrir los ojos para no romper la magia.

Sintió como ella depositó un suave beso sobre su frente. Seguramente lo creía dormido. Luego la había oído manipular la vajilla dispuesta en la mesa de la sala contigua, había sentido el aroma del café que se había servido, luego el sonido de la puerta al cerrarse y finalmente, el silencio.

Miró la hora en su reloj de pulsera, que descansaba sobre la mesita de noche: eran las 7:30 de la mañana. Por regla habitual a esa hora ya estaba desayunando en su casa o de camino a su oficina, pero hoy tenía ganas de quedarse un rato más en la cama, después de todo, no tenía reuniones fijadas para la primera hora de la mañana.

Extendió el brazo y tomó la almohada que ella había ocupado, atrayéndola hacia sí. Inhaló fuerte, procurando embriagarse con su olor. El aroma inundó sus sentidos y despertó sus recuerdos. La noche había sido un once en la escala del uno al diez, pensó. Sabiendo que ella había aceptado su propuesta, comprendió que podía tomarse las cosas con calma y eso había permitido que fuera lento y paciente a la hora de seducirla. La había recostado en la cama y luego de desvestirla la había besado por todo el cuerpo. Ella había suspirado, se había retorcido y había repetido su nombre entre jadeos y gemidos. Le había hecho el amor con toda la calma y lentitud posible y cuando por fin se fundieron en las aguas del éxtasis, había sido como flotar en un mar de puntos de brillantes colores.

Luego habían cenado las ensaladas y frutos secos que desde el hotel les habían dejado en la habitación mientras Azra estaba en el bar y finalmente se habían dormido viendo una película.

Superada la reticencia inicial de Azra, todo había ido perfectamente, tal como Can había anticipado. Cuando ella se había relajado, no sólo el sexo había fluido, sino que también la conversación. Hasta coincidieron fácilmente en la película que ver, aunque no habían logrado terminarla antes que el sueño les venciera.

Definitivamente era muy sencillo acostumbrarse a Azra y eso era peligroso, sin embargo, tenía fe en que llegaría el momento en que se saciaría de ella y en el que todas esas intimidades que hoy le parecían deliciosas, le llegarían a causar molestia e irritación. Siempre se terminaba por aburrir de las mujeres. Siempre había sido así y tenía la esperanza de que con Azra no fuera diferente. El problema es que lo sentía de un modo diferente, aunque no quisiera reconocerlo.

Los últimos días de junio le encantaban. La promesa de un verano recién estrenado, los días largos, las mañanas soleadas y los atardeceres tibios. Hoy no había despertado desconcertada como en la mañana anterior. Hoy, al abrir los ojos, supo perfectamente donde estaba y con quien estaba. La noche había sido maravillosa y se había despertado llena de energías y sobre todo de... ¡alegría!

Al principio tuvo dudas respecto de su propia capacidad de aceptar un trato en los términos que Can deseaba, pero ahora comprendía que había estado en lo correcto. Se sentía tan llena de vitalidad, que sólo quería llegar cuanto antes a su lugar de trabajo para partir la jornada. De todos modos, se tomó el tiempo de enviar un mensaje a su hermana para comprobar que se hubiera levantado y que ya fuera de camino a la universidad.

La redención de AzraWo Geschichten leben. Entdecke jetzt