Capítulo 7

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Tubimos que pasar tres días seguidos en aquél odioso hospital. Por fin el viernes le daban la baja a mi queridísimo Kevin. Amanezco a su lado, tumbada al lado de mi amado, en esta pequeña e incómoda camilla. Le observaba fijamente, su maravilloso rostro. Aquella barba de cuatro días que resultaba realmente sexy. Le acaricio su bello rostro con los nudillos, y se le eriza la piel. Entonces se revuelve entre las frías sabanas, me mira, y me besa.

-Cada día te veo más guapa, pequeña. -dice en un suspiro, mirándome con aquellos ojos verdes que me vuelven loca-.

-Te quiero, grandullón -le sonrío-.

Se me acerca, y nuestras narices se rozan. Noto su aliento entrecortado en mis labios, me agarra la cara con su mano derecha, me la acaricia, y me besa el cuello despacio.

Todos sus gestos, todo él, resulta tan sensual...

Entra el doctor en la sala con una sonrisa de oreja a oreja.

-Kevin, tengo una muy buena notícia para tí -comenta-.

-Dígame, doctor -contesta entusiasmado Kevin-

-Pues verás, creo que tenemos una posible solución para que vuelvas a andar. Se trata de unos hierros que te sujetarán las piernas, que se amoldan a tu figura. Es como un mecanismo que al notar los impulsos nerviosos de la cintura automáticamente dobla la pierna y da un paso. Y si todo sale bien, en 8 meses talvez puedas volver a andar, solo que tendrás que estar 15 días más aquí -explica profesionalmente-.

-Oh, doctor. Porsupuesto. Muchísimas gracias por todo lo que hace por mí, de verdad. Quiero empezar con ese tratamiento en cuanto antes, porfavor -responde Kevin entusiasmado-.

-Mañana mismo, si te parece bien, empezamos.
-Por supuesto.

¡Que alegría, podrá volver a andar! Sentía lástima, su decepción por si mismo me rompía el alma, no podía verlo infeliz, no lo soportaba.

-Mi amor, me alegro muchísimo por tí. Siempre estaré a tu lado, cualquier cosa que necesites dímelo ¿entendido? -le digo con una amplia sonrisa-.

Se pone sentado en la camilla, con un poco de dificultad, me agarra, y me besa.

-Bueno, hasta mañana pareja -se despide el doctor-.

Nos quedamos a solas, Kevin me sonríe, y yo le devulevo la sonrisa.

El único obstáculo que veo a todo esto és tener que estar aquí dos semanas enteras. ¡Que infierno!

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